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La Nochevieja da paso a un nuevo año. Se comienza con ilusión y esperanza. Nos felicitamos y nos deseamos un año próspero. La Nochevieja pasa, y pasa el primer día del año nuevo, lleno de evasión y de fugaz felicidad. Millones de personas comienzan el nuevo año sin fiesta y con hambre, heridas por la guerra y el odio, por las injusticias y sin trabajo.

Los cristianos nos reunimos en fiesta para celebrar la maternidad de la Virgen María. Hoy la Iglesia celebra la fiesta mariana más importante del año litúrgico. Fiesta que queda oscurecida por la importancia que damos al comienzo del año nuevo y a la jornada de la Paz. La maternidad pertenece a la identidad más profunda de María. Ella fue y es madre. Por la unción del Espíritu, María está permanentemente habilitada para ser seno fecundo, fuente de vida, una “nueva Eva” y “madre de los vivientes”. Hay en María un itinerario de maternidad que comienza en la maternidad biológica y termina en la maternidad espiritual de todos los discípulos de Jesús en la cruz. El Señor bendijo a María y su bendición ha llegado a nosotros.