Compartimos esta reflexión del P. José María Crespo. Ojalá nos ayude a orar a lo largo del tiempo de Adviento y prepararnos para la venida del Señor.

Con la libertad creativa que nos regala el Espíritu, comenzamos este tiempo de gracia del Adviento. El Espíritu es el guía que nos acompaña en esta travesía.  El Señor quiere encontrarse con nosotros.

Comenzar siempre supone un tiempo de gracia y oportunidad para dejarse alcanzar por las sorpresas de Dios. Dios, que se acerca a nosotros prometiéndose y comprometiéndose, quiere colmar de sentido nuestra vida. La vida de todos los seres humanos.

Hacemos el camino en comunidad, pensando, sintiendo y queriendo de modo relacional. Somos muchos los que hacemos el camino. Y antes que nosotros ha habido muchos que lo han recorrido y han dejado el camino lleno de señales.

Es de noche, la tierra está extenuada de tanto sufrimiento, pero el Sembrador ha dejado en nuestro campo semillas que, cultivadas, harán posible un cambio de mentalidad.

Es de noche, pero la Palabra alumbra y abre itinerarios por los que caminar,
pequeños senderos en la montaña que llevan al Manantial, al Encuentro.

María, la mujer fiel al amor que la enamoró, será el lucero del alba en cada una de nuestras jornadas.

Alcánzanos, Señor, con tus promesas.

Alcánzanos, Señor, con tu reino.

Alcánzanos, Señor, con tu amor.

Queremos encontrarnos contigo.

¡Marana tha! ¡Ven, Señor, Jesús!

 

PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO: UN TIEMPO DE PREPARACIÓN

Jesús busca el encuentro con cada uno de nosotros. Espera la fidelidad y el amor de quienes han decidido mantener viva la llama en la espera.

Vienen con Él todos los seres humanos que buscan hospitalidad porque tienen los enemigos a la puerta. Vienen con Él todos los que son más invisibles para los ojos del mundo, los que apenas tienen un hilito de voz para gritar su dolor o su hambre.

¡Estad preparados!

 ¿Cómo mantener viva la antorcha en medio del desgaste del tiempo?

  • ¿Cómo generar vida y esperanza en el corazón de las gentes?
  • Cuidaremos la relación con Dios. Entraremos en nuestra interioridad habitada para «tratar de amistad con quien sabemos nos ama» (Santa Teresa).
  • Encontraremos cada día un tiempo silencio y de adoración para acoger la voz y el gozo del Espíritu.
  • Viviremos con intensidad lo cotidiano cuidando los pequeños detalles de cada día; aprovecharemos las oportunidades de gracia que nos trae el momento.
  • Valoraremos las ayudas que nos vienen de los demás. Con los dones de los hermanos, incluso con sus deficiencias, se va moldeando nuestra vasija. Dios, que es todo regalo, nos hace también el regalo de los demás compañeros de camino. Todo es gracia.
  • Caminaremos, codo con codo, con muchos hermanos y hermanas, con el corazón abierto a nuevos nombres. Soñaremos juntos los sueños de Dios: un futuro a la medida del ser humano, empezando por los que están en los márgenes de todo.

Oraremos un día y otro día, una noche y otra noche, gritando:

Marana tha. Ven, Señor Jesús.

Enciende tu lámpara,

que no sabemos ir a Ti

si Tú no nos alumbras.

 

SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO: UN TIEMPO DE ESCUCHA

Dios nos regala testigos para el camino, personas que comparten con nosotros desde la distancia comportamientos, sentires, búsquedas y anhelos profundos. Tenemos que escucharles. Uno de ellos es Juan el Bautista. En largas horas de intimidad con Dios ha encontrado el manantial de donde brota la justicia. En las horas de silenciosa adoración en el desierto, Dios le ha dejado prendido en su corazón un fuego que no se apaga.

En el desierto humano de la incredulidad, del desconcierto, de la indiferencia, Juan mantiene levantada la llama de una vida nueva. El fuego que lleva dentro se le asoma en la palabra apasionada que pronuncia en las encrucijadas de los caminos. Bautiza con agua, pero prepara caminos al que bautizará con Espíritu Santo.

  • ¿Dónde están hoy los testigos del Reino, los que preparan caminos?
  • ¿Dónde están los hombres y mujeres, dispuestos a poner voz a la manera de actuar de Dios?

¿Qué tenemos que hacer?

  • Evitar lamentos y pesimismo.
  • Desconfiar de esquemas mentales que apagan la brasa que aún arde debajo de las cenizas.
  • Pedir al Espíritu capacidad de riesgo a fin de aventurarse por caminos desconocidos y correr la gran aventura que consiste en dejarse guiar y llevar por Él.
  • Abundar en el buen humor, sobre todo cuando el humo nubla, los ojos lloran, el aire falta y el fuego quema y vienen ganas de gritar pidiendo socorro.

Nuestra oración:

Te escuchamos a Ti, que vienes al encuentro.

Esperamos y confiamos.

Levantamos y cuidamos la vida.

Marana tha.

Ven, Señor Jesús.

 

TERCERA SEMANA DEL ADVIENTO: TIEMPO DE ALEGRÍA

Adviento es un tiempo de alegría, empapado por la presencia desbordante de Dios. Como cuando llueve mucho y los prados rezuman agua por todas partes. No es tiempo de lamentos, porque todo está lleno de la música de Dios y la música de Dios siempre suena a futuro y a vida nueva.

Hay razones para la alegría

  • Porque todo es gracia. «Comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era preciso mantenerse firme en la fe y creer con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien» (Juliana de Norwich).
  • Porque en la Iglesia hay muchos dones y carismas, entregados diariamente en gratuidad a los más pequeños de la tierra.
  • Porque hay muchas personas en tantos lugares de trabajo, a las que la monotonía no les ha agotado la vida, y acogen con su mirada, y sonríen, y aman, y acompañan.

Dios nos ofrece posibilidades en el Adviento para alargar la ternura, el consuelo, el apoyo, hasta las necesidades de los hermanos y hermanas que están cerca o lejos.

En Adviento optamos por ser:

  • Personas-puente. El puente une orillas distintas, se arriesga entrelazando sus brazos en el vacío, desafía las aguas caudalosas de los ríos. Las personas-puente, lejos de la intransigencia, tienden lazos hacia los distintos y distantes; con ellos en medio, todo es más fácil; se ejercitan diariamente creyendo que es más lo que nos une que lo que nos separa; tienen siempre a mano el diálogo para lograr que palabras, legítimamente diferentes, formen una sinfonía. Cuando alguien tiene miedo a ir a la otra orilla, ofrecen gratuitamente su apoyo.
  • Personas-fuente. La fuente es un lugar de belleza, de frescura, de fecundidad.  Las personas-fuente son una bocanada de aire fresco, tienen los oídos abiertos para escuchar las historias de los que tienen algo que decir, en torno a ellas siempre hay vida; tienen tiempo para compartir con sencillez un poco de pan y un poco de vino, una buena conversación.
  • Personas-brote. Los brotes señalan la vida donde solo parecía haber muerte. Las personas-brote llevan dentro una historia de amor, hacen sinergia con otros peregrinos de viaje para colaborar en la nueva civilización del amor, buscan respuestas a los problemas que angustian a las gentes; son una esperanza para la humanidad. Cuando alguien ha perdido toda esperanza, estas personas ofrecen constantemente la espiritualidad del brote más no del fruto, de los amaneceres más no del mediodía; cuando se termina la sabiduría humana, ofrecen palabras de vida.

Nuestra oración:

Seguimos buscando tus amores,

mañana a mañana, tarde a tarde.

La lámpara de la fe está encendida.

Te esperamos todavía.

Marana tha. Ven, Señor Jesús.

 

CUARTA SEMANA DE ADVIENTO: UN TIEMPO DE ENCUENTRO

Dios viene a tu encuentro:

  • Déjate encontrar en el silencio sorprendente de la brisa tenue. Encontrar un tiempo de silencio en el Adviento está al alcance de tu libertad.
  • Déjate encontrar en la escucha atenta del Dios que pronuncia su Palabra.
  • Déjate encontrar en las tareas de la vida cotidiana donde Dios se hace presente en el rumor del trabajo y del descanso, en el dolor y en el gozo.
  • Déjate encontrar en la oración continua del callado amor, donde Dios hace alianza contigo.
  • Déjate encontrar por El en tu corazón, donde te enamora y te llena de gozo.
  • Déjate encontrar en los rostros de los prójimos con los que cruzas en el camino.

Nuestra oración:

Con María, la mujer que abre su vida,

en pobreza y gratuidad,

para acoger a Jesús,

y se compromete en el servicio del Reino: 

Marana tha. Ven, Señor Jesús.