Buscando palabras de agradecimiento en este día tan especial, me vienen a la mente aquellos israelitas exiliados en Egipto que durante años llevaron una vida lejos de su hogar, alejados de su Padre, esclavos en un mundo que no era el suyo y no les llenaba. Hasta que en un día de Pascua su vida cambió por la intercesión de Dios y emprendieron el camino hacia la Vida con mayúsculas.
Como aquel grupo de antiguos, tan distintos los unos de los otros, también vosotros decidisteis un buen día escuchar la voz de Dios que os llamaba, os levantasteis y echasteis a andar juntos.
En estos 2 años de peregrinación común, pasamos dificultades. Pasamos algún problema. Alguno se nos quedó en el camino. Pudimos al fin vernos las sonrisas que se escondían tras mascarillas. Tal vez alguien tuvo momentos de aridez, de hambre o de sed. Pero, incluso desde miles de kilómetros de distancia, perseverasteis y no os rendisteis.
Y, con cada zancada, con cada etapa superando el desierto, era emocionante ver cómo vuestros pasos ganaban en seguridad y vuestro pequeño gran grupo desprendía más y más pasión, hasta acabar llegando a la carrera hasta las puertas de Jerusalén…
Hoy, cuando las hemos traspasado juntos, qué alegría ver que Jesús estaba aquí, esperándoos pacientemente, con una sonrisa y un abrazo, para sentaros a su mesa y celebrar con todos vosotros, tal y como habéis anhelado durante tanto tiempo.
Ahora, nuestro camino juntos ha terminado. En adelante, el Espíritu Santo que acabáis de recibir en plenitud, estará a vuestro lado cada día, recordándoos ese éxodo que dejáis hoy atrás y señalándoos el camino de la Cruz que será desde ahora vuestro GPS.
Antes de despedirnos, os dejo un último consejo: ya habéis hecho lo más difícil, que era levantarse y echar a andar. Hoy os digo: Jerusalén, hoy y aquí, no es la meta final. Esto es solo otra etapa; el camino continúa. El Santo Padre nos llama y nos quiere Iglesia en camino. Ese camino, es Verdad y Vida junto a Jesús. Así que seguid en marcha y no desfallezcáis en vuestro camino de santidad.
Quiero dar gracias en nombre de todo este grupo al Sr. Vicario, D. Juan Carlos Merino, por estar con nosotros hoy y siempre que le llamamos, por su cercanía, su amabilidad y por esa homilía que nos ha llegado tan hondo. A nuestro equipo sacerdotal, a José María (que estuvo con nosotros al principio), a Luis (actual párroco), a César y a Apolinar, por acogernos con los brazos abiertos y ser el faro y la brújula que nos guiaron durante toda esta travesía. Al resto de equipo de catequesis de Adultos, a Tito por su apoyo y a Fede por su inspiración y confianza. Y a nuestra comunidad parroquial de la Santísima Trinidad por su oración, por acoger y recibir a estos nuevos hermanos con los brazos abiertos.
Permitidme dar las gracias personalmente a Katia, Cristina, Gloria, Sergio y Jean Carlos por darme y devolverme tantísimo durante este tiempo de catequesis. Os pido perdón si alguna vez no he sabido entenderos o transmitiros lo que correspondía. Gracias por vuestra paciencia y participación y enhorabuena por haber llegado hasta aquí.
¡Que Dios os bendiga en el camino a vosotros y de fortaleza a vuestros compañeros catecúmenos que os suceden!
Victor (Catequista)
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