Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2025-2026, continuando con el proyecto que iniciamos el curso pasado, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:

Con un corazón misionero: empezar el curso como comunidad en salida

El comienzo de cada curso pastoral tiene la fuerza de lo nuevo y, al mismo tiempo, la serenidad de lo que ya conocemos. Tras nuestra asamblea parroquial, volvemos a nuestras reuniones, a los encuentros de catequesis, a las celebraciones que llenan el templo con cantos y rostros familiares. Y en ese volver a empezar sentimos que el Espíritu nos invita a algo más que a organizar actividades: nos llama a mirar la parroquia como una casa viva donde el Evangelio se hace cercano. Empezar este curso con un corazón misionero significa abrazar la vocación de ser una comunidad en salida, abierta y comprometida con los signos del Reino que florecen en medio de la vida diaria.

La alegría de compartir lo recibido

La misión nunca se improvisa, nace de la experiencia agradecida de sentirnos amados por Dios. El corazón misionero se alimenta de la alegría que brota de la fe, una alegría que no se encierra, que busca caminos para compartirse. Como recuerda el Evangelio, “gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8). Anunciar a Cristo no consiste en repetir palabras, sino en dejar que nuestra vida refleje lo que hemos recibido: la paciencia en la familia, la ternura con los pequeños, la escucha sincera al vecino que se siente solo. Esa alegría compartida se convierte en testimonio silencioso que habla más que cualquier discurso.

Una parroquia que se abre como hogar

El sueño de ser una parroquia en salida nos pide mirar con ojos nuevos lo que vivimos cada día. La comunidad se hace misionera cuando abre sus puertas y se convierte en hogar para todos. Un hogar donde los niños encuentran quien les acompañe, los jóvenes descubren un espacio para sus preguntas, las familias hallan consuelo en medio de las dificultades y los ancianos saben que su experiencia sigue siendo valiosa. Ser parroquia abierta significa vivir la hospitalidad como estilo, crear un clima donde cada persona se sienta parte de una familia más grande. En esa apertura comprometida reconocemos el rostro de Cristo que acoge y transforma.

Los signos del Reino en lo pequeño

El corazón misionero no se deja llevar solo por grandes proyectos, aprende a mirar con fe lo sencillo. Los signos del Reino se manifiestan en los gestos cotidianos: en los voluntarios que preparan con cariño la liturgia, en quienes ofrecen tiempo para acompañar a los más frágiles, en la oración callada de los mayores, en la esperanza de los que comienzan un camino nuevo. Descubrir estos signos nos recuerda que la misión no depende de nuestras fuerzas, sino de la gracia que ya está actuando en el corazón de las personas y en la historia de cada día.

Comenzamos este curso con confianza. Queremos ser una comunidad agradecida, abierta y atenta, capaz de anunciar con alegría el Evangelio y de construir fraternidad en medio de nuestro municipio. Cada jornada puede convertirse en semilla de Reino si la vivimos con un corazón misionero dispuesto a dejarse guiar por el Espíritu.