El 2 de junio celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor. Esta bella fiesta nos remite a la mesa de la eucaristía. La eucaristía es el centro de nuestra fe en el seguimiento de Jesús resucitado. No podemos desligar la comunión con el cuerpo y la sangre de Jesús, de la comunión con los hermanos, en especial los preferidos de Jesús: los pobres, excluidos, los enfermos, los que viven en soledad no elegida.

Es por eso que este día se celebra el día de la Caridad. Los cristianos no solo somos solidarios, sino que velamos por la caridad, que en lo profundo es el amor que proviene de Dios y nos invita a amar a nuestros hermanos.

Es acariciar y dignificar la vida de nuestros semejantes, que, participando en la misma mesa, ésta se hace extensible fuera del templo. La mesa del amor por excelencia que es la mesa eucarística, es tan grande como el mundo que nos rodea. Cada día que Jesús se hace presente sacramentalmente, nos proyecta a la caridad con nuestros semejantes. Por eso cada día se nos invita a vivir eucarísticamente.

Tener caridad, practicar la caridad, es entregar en signos concretos el amor: dedicando nuestro tiempo, compartiendo nuestros bienes, acompañando en el dolor, trabajando por la justicia social, abriéndonos a cuidar el planeta, etc. La caridad no conoce los límites, espera sin límites, la caridad sana los corazones y venda las heridas poniendo vino y aceite como el buen samaritano. Todo realizado al modo de Jesús, con el sello de su Espíritu. Los cristianos no practicamos una filantropía, sino que lo realizamos viendo a Jesús en el hermano.

Ábrete a la caridad, en tu entorno y contigo mismo.

Equipo Comunicación