Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial
Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:
Cuidar nuestra salud mental: un camino de fe y esperanza
Nuestra vida es un regalo de Dios, y dentro de ese don sagrado, nuestra mente y nuestro corazón ocupan un lugar central. Cuidar la salud mental no es solo una cuestión médica o psicológica, sino también una llamada a vivir en plenitud, a reconocer nuestra fragilidad y a permitir que Dios nos sostenga en cada momento. La fe no nos exime de dificultades, pero nos da luz y fortaleza para afrontarlas con esperanza.
Dios nos cuida en nuestra fragilidad
A veces pensamos que la fe debería hacernos inmunes al sufrimiento emocional, como si creer en Dios significara estar siempre en paz. Pero la realidad es que incluso los más santos han atravesado noches oscuras, momentos de angustia, dudas y cansancio. Ser cristianos no nos hace invulnerables, pero nos recuerda que nunca estamos solos.
Jesús mismo vivió la tristeza, el miedo y la angustia. En Getsemaní, su oración fue un grito sincero al Padre: «Mi alma está triste hasta la muerte» (Mc 14, 34). En ese momento no escondió su dolor, sino que lo presentó ante Dios. Nosotros también podemos llevar nuestras heridas, nuestras preocupaciones y nuestros miedos a su presencia, sabiendo que Él nos comprende y nos acompaña en cada paso.
La Iglesia, como comunidad, está llamada a ser un espacio de acogida, donde nadie tenga que esconder su sufrimiento por miedo al juicio o la incomprensión. Cuidar nuestra salud mental es también una forma de vivir nuestra fe, reconociendo que somos cuerpo, alma y espíritu, y que Dios nos quiere íntegros, sanos y en camino hacia la plenitud.
Una fe que da sentido y esperanza
En los momentos de dificultad emocional, podemos sentirnos perdidos, sin rumbo, como si todo careciera de sentido. Aquí es donde la fe se convierte en un ancla, para ayudarnos a sostenernos en medio de la tormenta.
Creer en Dios no significa que todo vaya a salir siempre bien, pero sí significa que nuestra historia no se queda en la desesperanza, que el amor de Dios nos sostiene incluso cuando no lo sentimos. Como dice san Pablo: “Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos perplejos, pero no desesperados” (2 Cor 4, 8).
Cuando confiamos en que Dios nos ama y camina con nosotros, encontramos una razón para seguir adelante. La oración, la comunidad, los sacramentos y la Palabra son fuentes de vida y fortaleza. No siempre aliviarán de inmediato nuestras cargas, pero sí nos darán el sentido necesario para atravesarlas con esperanza.
Cuidarnos y cuidar a los demás: una misión cristiana
A veces nos cuesta pedir ayuda. Pensamos que tenemos que ser fuertes, que debemos cargar con todo en silencio. Sin embargo, Jesús nos enseñó que la verdadera fortaleza está en saber compartir la carga. No estamos hechos para caminar solos, sino para sostenernos unos a otros en el amor.
Cuidar nuestra salud mental no es egoísmo, es responsabilidad. Buscar ayuda, hablar con alguien de confianza, acudir a un profesional si es necesario, también es parte del camino de fe. Y así como nos cuidamos a nosotros mismos, estamos llamados a estar atentos a quienes nos rodean. A veces, un gesto de cercanía, una escucha sincera, una palabra de aliento pueden ser la diferencia en la vida de alguien que está pasando por un momento difícil.
Que nunca olvidemos que Dios nos ha creado para la plenitud. Él nos quiere vivos, conscientes, esperanzados, abiertos a la gracia y dispuestos a acompañar a los demás. Que nuestra fe nos ayude a cuidar nuestra salud mental con la certeza de que, en cada paso, el Señor nos sostiene y nos llama a la vida en abundancia.