Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:

Cultivar la gratitud en nuestra vida diaria

A veces vamos por la vida como si todo nos fuera debido. Nos despertamos, respiramos, caminamos, trabajamos, compartimos con nuestros seres queridos… y no siempre nos detenemos a reconocer el regalo que es cada uno de estos momentos. Sin darnos cuenta, pasamos de puntillas por la vida, preocupados por lo que nos falta en lugar de maravillarnos por lo que tenemos. Pero la gratitud lo cambia todo. Es una puerta que nos abre a la alegría, nos conecta con Dios y nos enseña a mirar la vida con ojos nuevos.

La gratitud nos transforma por dentro

Cuando aprendemos a dar gracias, algo en nuestro interior cambia. La gratitud nos enseña a vivir desde la confianza y no desde la queja, desde la abundancia y no desde la escasez. Nos ayuda a reconocer que cada día es un don, que nada es pequeño si lo miramos con amor. San Pablo nos lo recuerda con claridad: «En todo dad gracias, porque esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros» (1 Tes 5, 18).

Cultivar la gratitud no significa ignorar los problemas o hacer como si todo fuera perfecto, sino aprender a ver la presencia de Dios incluso en medio de las dificultades. Cuando damos gracias, nuestra mirada cambia y el corazón se ensancha. En lugar de centrarnos en lo que nos falta, descubrimos lo mucho que ya hemos recibido.

La gratitud fortalece nuestra relación con Dios y con los demás

Ser agradecidos nos ayuda a darnos cuenta de que no estamos solos. Nos abre a reconocer la acción de Dios en nuestra vida y nos invita a confiar en su amor y providencia. Cada día está lleno de pequeños regalos suyos: un amanecer, una palabra de aliento, la sonrisa de un amigo, una oportunidad inesperada. Cuando aprendemos a ver la vida como un regalo, nuestra relación con Dios se llena de gozo y cercanía.

Pero la gratitud no solo transforma nuestra relación con Dios, sino también con los demás. Cuando agradecemos, valoramos más a quienes nos rodean, aprendemos a reconocer lo bueno en ellos y a expresarles nuestro aprecio. Una palabra de gratitud puede cambiar el día de alguien, puede fortalecer vínculos, puede sanar heridas. Agradecer a quienes nos acompañan en la vida es una manera concreta de sembrar amor.

Hacer de la gratitud un estilo de vida

No basta con sentir gratitud de vez en cuando, necesitamos hacer de ella un hábito, un modo de vivir. Podemos comenzar con algo sencillo: cada día, al despertar o al acostarnos, recordar al menos tres cosas por las que dar gracias. Puede ser algo grande o algo pequeño, pero al hacerlo, nuestro corazón empezará a entrenarse para ver la vida con otros ojos.

Jesús mismo nos dio ejemplo. Antes de multiplicar los panes, dio gracias (Jn 6, 11). Antes de instituir la Eucaristía, dio gracias (Lc 22, 19). En los momentos más importantes, su actitud fue la de reconocer con gratitud el amor del Padre. Si seguimos su ejemplo, nuestra vida también será una ofrenda de gratitud.