El Día del Seminario nos invita a reconocer y agradecer la vida y la vocación de aquellos que han sentido la llamada de Dios al sacerdocio. Bajo el lema «Sembradores de esperanza», este año se nos recuerda la importancia de los sacerdotes como testigos del Evangelio.
Los 1.036 seminaristas que se están formando en los 82 seminarios de España son la promesa de un futuro lleno de entrega y servicio. Ellos han escuchado la llamada del Señor y han respondido con valentía, preparándose durante años para ser pastores según el corazón de Cristo. En un camino de discernimiento y formación, van configurando su vida para convertirse en misioneros de la esperanza, comprometidos con el anuncio de la Buena Noticia en todos los rincones de nuestra geografía.
El ministerio sacerdotal es un auténtico antídoto contra la desesperanza. Frente a la incertidumbre económica, los sacerdotes están al lado de los más vulnerables, sosteniendo proyectos de Cáritas y acompañando a los que sufren. Frente al miedo a la enfermedad, brindan consuelo a los enfermos y moribundos, ofreciéndoles no solo asistencia espiritual sino también una presencia cercana y amorosa. Frente a la crisis de sentido en muchos jóvenes, se convierten en guías y referentes, ayudándoles a descubrir la belleza de una vida vivida en plenitud. Frente a la despoblación y el abandono de las zonas rurales, se hacen presentes en cada rincón, sosteniendo comunidades y recordando que Dios nunca deja a nadie solo.
Cada sacerdote es, en definitiva, un sembrador de esperanza en nuestra sociedad, alguien que, con su vida entregada, nos recuerda que Dios sigue actuando en la historia, llamando a hombres de nuestro tiempo para hacer presente su amor. Hoy más que nunca, oramos por las vocaciones, por nuestros seminaristas y por aquellos que ya han entregado su vida al servicio de la Iglesia.
En este 16 de marzo, en torno a la fiesta de S. José, en el que celebramos el Día del Seminario con el lema «Sembradores de Esperanza», miremos con gratitud a quienes han respondido generosamente a la llamada de Cristo y pidamos al Señor que siga enviando trabajadores a su mies. ¡Que nuestra oración y nuestro apoyo sean semilla fecunda para que nunca falten pastores que acompañen y conduzcan al pueblo de Dios!
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