Llegamos al periodo estival y, naturalmente, muchos de nosotros empezamos a pensar en las vacaciones. Algunos ya tienen todo planificado, otros sueñan con esa escapada perfecta, aunque no siempre sea posible. Sin embargo, hay algo que todos compartimos: tenemos un amigo común que no se va de vacaciones, y ese amigo es Jesucristo. Él siempre está presente, buscando encontrarnos incluso en los lugares más recónditos a los que vayamos. Por eso, debemos mantener los ojos del corazón bien abiertos.

Efectivamente, Dios no coge vacaciones ni se olvida de nosotros. Sigue estando presente y actuando en nuestro día a día, sin importar la estación del año. Para los católicos, la fe no se puede colgar en un perchero junto con la chaqueta. Al contrario, seguimos caminando con Él, también en medio de la diversión y el descanso. Nuestra vida de fe no se toma un respiro, sino que se adapta a las circunstancias y sigue adelante con nosotros.

Durante las vacaciones, se nos presenta una oportunidad única: disponemos de más tiempo libre. ¿Por qué no aprovecharlo para dialogar con Dios? Este tiempo adicional puede ser una bendición para profundizar en nuestra relación con Él. Hablar con Jesús no requiere de ceremonias complicadas; basta con abrir el corazón, agradecer las bendiciones recibidas y pedir que nos ilumine.

Es cierto que, en vacaciones, puede ser más difícil encontrar una iglesia abierta o adaptarse a los horarios de los templos. Recordemos que los sacerdotes también necesitamos descansar y recargar energías para el próximo curso. Pero no encontrar un templo no debe ser un impedimento para nuestro acercamiento a Dios. Existen muchos espacios donde podemos detenernos y tener un momento de recogimiento y gratitud. Un paseo por la naturaleza, un momento de tranquilidad en la playa, o simplemente un rincón silencioso en nuestro lugar de descanso pueden convertirse en auténticos santuarios donde podemos sentir la presencia de Dios.

Durante estas vacaciones, hagamos el esfuerzo de encontrar esos pequeños momentos para estar con Él. No necesitamos grandes gestos ni lugares especiales; Dios está en todas partes y en cada uno de nuestros actos de amor, de bondad y de gratitud. Mantengamos viva nuestra fe, siendo conscientes de su presencia en cada instante.

Recordemos que Jesús nos acompaña siempre, incluso en nuestros días de descanso y ocio. Permitamos que Él nos guíe y nos llene de su paz y amor. De esta forma, nuestras vacaciones no solo serán un tiempo de descanso físico, sino también de renovación y/o crecimiento espiritual.

Que estas vacaciones sean una oportunidad para acercarnos más a Dios, para sentir su amor en cada detalle y para volver a nuestras rutinas con el corazón lleno de su gracia y bendición.

¡Felices vacaciones y que Dios os acompañe siempre!

P. Luis Murillo