Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial
Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día: El diálogo interreligioso: construyendo puentes de entendimiento
En un mundo tan diverso como el nuestro, el diálogo entre religiones se convierte en una llamada urgente y bella. Porque cuando nos miramos desde la fe, descubrimos que en el fondo todos buscamos lo mismo: sentido, verdad, luz. No se trata de comparar credos ni de buscar uniformidad, sino de reconocernos como hermanos que caminan —desde sus tradiciones— hacia un mismo horizonte: la plenitud del Amor.
Escuchar con el corazón abierto
El verdadero diálogo comienza cuando dejamos de hablar para escuchar. Cuando el otro deja de ser un “extraño” y se convierte en alguien con quien compartimos la sed de trascendencia. Escuchar al otro en su propia lengua de fe es un acto de respeto y humildad, es abrirle espacio en nuestro corazón. Y en ese gesto, Dios se hace presente.
Decía san Juan Pablo II que “no se pierde nada con el diálogo, y sí se gana todo”. Porque al acercarnos con sincero interés, aprendemos, crecemos, nos enriquecemos mutuamente. Es en la escucha donde nace la comprensión profunda, esa que no pide explicaciones, sino que abraza el misterio del otro.
Descubrir que la paz empieza por el respeto
El diálogo interreligioso no es una estrategia, es una vocación: la de quienes desean vivir en paz y ofrecer al mundo un testimonio creíble de fraternidad. Cuando respetamos la fe del otro, estamos sembrando esperanza. Cuando nos unimos en acciones comunes —por los pobres, por la justicia, por la creación— estamos diciendo al mundo que el Amor tiene muchas lenguas, pero un solo rostro.
Jesús nos mostró ese camino cuando habló con la samaritana (Jn 4), cuando sanó al siervo del centurión, cuando alabó la fe de quienes venían de fuera del pueblo de Israel. Su mirada nunca excluye. Su compasión no entiende de fronteras religiosas, porque Él ve lo profundo, donde arde la sed de Dios.
Orar con todos, amar como Cristo
Hay algo poderoso cuando oramos juntos por la paz. Cada uno desde su fe, cada uno desde su nombre para Dios. La oración compartida nos hermana, nos recuerda que no estamos hechos para vivir de espaldas unos a otros. Que el mundo no se cambia con enfrentamientos, sino con gestos pequeños de unidad.
Construir puentes no significa diluir la propia fe. Al contrario, es afirmarla con tanta hondura que puede encontrarse con la del otro sin miedo, con la certeza de que Dios habita en toda búsqueda sincera. Porque “donde hay caridad y amor, allí está Dios” (cf. 1 Jn 4,12).
Que seamos sembradores de entendimiento, constructores de puentes y no de muros, hombres y mujeres capaces de mirar con ternura al diferente. Que en cada encuentro, dejemos que hable el Espíritu. Y que en este mundo tantas veces herido por la incomprensión, seamos testigos de una fe que abraza, que dialoga y que siembra paz.
