Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Cada martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:

El silencio: espacio para escuchar a Dios

Vivimos en un mundo lleno de ruido, tanto externo como interno. Las notificaciones, las tareas pendientes y las preocupaciones diarias compiten por nuestra atención, dejando poco espacio para el reconocimiento. Sin embargo, el silencio no es vacío, sino un espacio sagrado donde podemos encontrarnos con Dios. En el Evangelio de Marcos, Jesús se retira con frecuencia a lugares solitarios para orar: “Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar” (Mc 1, 35). Si incluso el Hijo de Dios necesitó el silencio para hablar con el Padre, ¿cómo no vamos a necesitarlo nosotros? Dedicar unos minutos al día a estar en silencio no sólo apacigua nuestra mente, sino que abre nuestro corazón para escuchar la voz de Dios.

La oración, un encuentro personal con Dios

La oración cristiana no es un ejercicio de vaciamiento, sino de llenarnos de la presencia de Dios. Es un tiempo de comunión profunda, de fijar nuestra mirada en Cristo y dejar que Él guíe nuestros pensamientos. En el Salmo 46, 10 se nos invita: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Orar puede significar reflexionar sobre un pasaje de la Escritura, contemplar los misterios del Rosario o simplemente sentarnos en presencia del Señor, dejando que su amor nos envuelva. Esta práctica fortalece nuestra relación con Dios y también nos transforma interiormente, ayudándonos a vivir con más paz, paciencia y amor hacia los demás.

El silencio y la oración en la rutina diaria

A veces pensamos que estos momentos son un lujo para quienes tienen tiempo, pero Dios nos llama a encontrarle en medio de nuestras ocupaciones. El silencio y la oración no requieren largas horas ni lugares especiales; pueden  vivirse en la tranquilidad de un amanecer, durante un breve descanso o incluso en el coche camino al trabajo. Lo importante es la intención de abrir nuestro corazón a Dios. Como dice Santa Teresa de Jesús: “No es necesario tener muchos pensamientos, sino solo mirar que Él os mira”. Al incorporar estos pequeños momentos de silencio y oración en nuestro día, descubrimos que Dios está presente en todo, y nuestra rutina se convierte en una oración viva.

El silencio y la oración son caminos sencillos, pero poderosos, para acercarnos a Dios. Nos regalan la oportunidad de escuchar su voz, dejarnos transformar por su amor y encontrarle incluso en lo cotidiano. ¿Te animas a intentarlo esta semana? Quizás descubras que, en medio del bullicio, Dios ha estado esperando a que le abras un pequeño espacio para hablarte al corazón.