Esperar es confiar en silencio

La tercera semana de Adviento tiene que ver con esa pequeña luz que empieza a ensancharse: la corona ya se ve con más alegría, y ese tono se nota en la parroquia, como si el ambiente respirara de otra manera. Y es que la palabra para “este momento en medio de la espera” es Gaudete. Pero no el Gaudete de las exaltaciones superficiales, sino el de quien espera de verdad porque cree que lo que espera vendrá. No es una alegría ruidosa, sino esa alegría que se sabe por debajo, como cuando el micrófono se enciende justo antes de que lo activen. La comunidad vuelve a reunirse con sus días encima, con su ritmo y su vela, y la clave para esta semana es simplemente esta: espera. Espera con confianza, espera desde dentro, desde la certeza de lo que aún está por llegar.

Esperar no es quedarse quietos. Esperar es esa confianza que se estira despacio, la manera de mantener la esperanza aunque la luz parezca tardar, y también la valentía de mirar el propio ritmo interior, siempre lento, pero siempre real. Lo mejor de esperar es que obliga a confiarse con paciencia. Gaudete porque algo se está cumpliendo, aunque todavía no lo veas.

El mundo insiste en que esperar es perder el tiempo. Todo está pensado para no dejar huecos: resolver pronto, correr, tapar lo que estorba. Suena bonito “esperar”, pero en realidad cuesta. Y, sin embargo, el Adviento insiste: no se espera lo que no llega, sino lo que uno sabe que llegará aunque no sepa cuándo. Esperar no grita ni exige, sino que va entrando como quien enciende una vela en un diciembre oscuro, casi temblando, pero firme.

Gaudete introduce aquí su propio tono. No pide sonrisas grandes ni entusiasmos forzados. Propone una alegría que convive con la duda, con las preguntas, con el cansancio de los días que pesan. Es la alegría de entender que la espera también es camino: que, en medio de la inquietud, hay una luz que sigue avanzando. Es la alegría de la paciencia, entendida no como renuncia sino como una forma de amar el tiempo.

Esta semana, esa espera se nota en detalles mínimos: quien se queda un instante más antes de salir; quien enciende una vela después de un día terrible, solo para recordarse que la luz sigue; quien escucha con calma a quien hoy necesitaba sostén. Son gestos pequeños, pero mantienen viva la comunidad más de lo que parece. Ahí se esconde la alegría suave de Gaudete.

Hoy, esperar significa resistir el desánimo. Esperar cuando parece que nada cambia. Cultivar la paciencia de quien sabe que el amor madura en el tiempo. No es fácil, pero es auténtico. Y quizá por eso la tercera vela tiene ese color distinto. La esperanza crece también en esta penumbra que no asusta.

Que esta espera confiada sea también alegre. Que no lo apresure todo, pero tampoco se rinda. Que abra el corazón antes de ver. Porque en esta confianza silenciosa empieza a nacer la alegría que prepara la Navidad.

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