Este fin de semana, en nuestra parroquia Santísima Trinidad, hemos comenzado un nuevo curso de catequesis reuniéndonos todos los catequistas y precatequistas jóvenes para ponernos en manos de Dios y redescubrir, una vez más, la profunda vocación que nos trae aquí.
La jornada comenzó con una oración conjunta, elevando nuestras súplicas al Señor por los niños, adolescentes, jóvenes y mayores que nos han sido confiados. Los presentamos con amor, pidiendo a Dios que nos ilumine para ser verdaderos testigos de su Evangelio en cada encuentro que tengamos con ellos.
Durante el encuentro, reflexionamos sobre las palabras del Papa Francisco, quien nos recordaba que ser catequista no es solo una tarea, sino una vocación profunda de «ser». Nos anima a mantenernos siempre unidos a Dios a través de la oración, pues solo de Él podemos nutrirnos. Nuestro testimonio no reside solo en lo que decimos, sino sobre todo en lo que hacemos y en cómo vivimos. La alegría de anunciar el Amor de Dios debe estar presente en cada uno de nosotros, escuchando a aquellos que acompañamos y yendo sin miedo, con confianza en Aquel que nos envía.
El Papa también nos invitó a ser una Iglesia «en salida», a colocar la Palabra de Dios en el centro de nuestras vidas y catequesis, y a ser creativos en nuestro ministerio.
Tras esta reflexión, nuestro párroco, el Padre Luis, nos unió de nuevo en oración, pidiéndole al Señor que guíe nuestros pasos en este curso que comienza.
A lo largo de la mañana, nos dividimos en grupos de trabajo, lo que nos permitió conocernos mejor y compartir nuestras experiencias y propuestas. Dos puntos principales centraron nuestra reflexión: ¿de dónde nos nutrimos nosotros, como catequistas, para alimentar nuestra propia Fe? ¿Y qué formación necesitamos para este nuevo curso?
Después de una enriquecedora puesta en común, finalizamos el encuentro con una oración, pidiendo la fuerza y la sabiduría necesarias para continuar con esta labor tan importante que el Señor nos confía. Y, como no podía faltar, terminamos la mañana con un picoteo y unos juegos, momentos de fraternidad que nos ayudaron a reforzar los lazos entre todos.
Fue una mañana viva y disfrutada con alegría. Agradecemos a todos los que pudieron participar y también a aquellos que, aunque no pudieron asistir, estuvieron presentes en nuestras oraciones.
Que el Señor nos siga acompañando en este camino de servicio y evangelización.
¡Nos vemos en la próxima!
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