En esta segunda semana de Adviento, somos invitados a escuchar. Escuchar con el corazón, más allá de las palabras, con la disposición de quien desea acoger lo que viene de Dios. En un mundo saturado de ruido, esta invitación nos llama a hacer silencio, como María, y dejar que la voz de Dios resuene en nuestra vida.
Escuchar su Palabra es abrirnos a la promesa de Dios que se cumple en Jesús. Cada pasaje del Evangelio nos susurra el amor con el que el Señor nos busca y nos invita a preparar el corazón para recibirle. Es en la Palabra donde Dios revela su proyecto de salvación y donde orienta nuestros pasos hacia Él.
Escuchar nuestro propio corazón es detenernos para reconocer nuestras propias esperas, nuestros anhelos y también las heridas que necesitamos poner en sus manos. Es un acto de confianza, sabiendo que Él está con nosotros, incluso en lo más profundo de nuestras dudas o temores.
Escuchar la realidad que nos rodea nos abre al mundo que espera consuelo, justicia y amor. Dios nos habla también en los acontecimientos de cada día y, sobre todo, en el clamor de quienes sufren. Afinar nuestros oídos al hermano necesitado es escuchar al mismo Jesús que se presenta en los pequeños, en los olvidados.
Este Adviento, aprendamos a hacer silencio para reconocer la voz del Señor que nos llama a acoger su amor y su promesa. Que nuestros oídos y nuestro corazón estén siempre dispuestos a la escucha atenta y transformadora.
Invitación de nuestro párroco ESCUCHAR:
En esta segunda semana de adviento, toca estar a la escucha: Escuchar su Palabra, escuchar nuestro propio corazón, escuchar la realidad que nos rodea y, en especial, escuchar la solicitud de quien nos necesita. Que el oído de nuestro corazón esté siempre dispuesto.