Con alegría compartimos con vosotros que los jóvenes de nuestra parroquia hemos concluido el curso. Sin embargo, algunos de nosotros aún tenemos una emocionante cita: el campamento de poscomunión, donde como catequistas compartiremos nuestra fe con los más pequeños. Pero antes de entrar de lleno en esta misión, hemos disfrutado de una enriquecedora escapada el pasado sábado 13 de julio a la histórica ciudad de Salamanca.

Si os acordáis, nuestro año comenzó con una ‘Peregrinación a Ávila’, un lugar lleno de espiritualidad y paz, donde tuvimos la oportunidad de encontrarnos y reencontrarnos con la figura de Santa Teresa. Recordamos con cariño nuestro primer estreno teatral que hablaba de la vida de esta gran santa (Eminentemente humana y toda de Dios). Por eso, nos pareció ideal cerrar el círculo visitando Alba de Tormes, el lugar donde Santa Teresa murió y donde se encuentra su sepulcro.

En Alba de Tormes, celebramos la Eucaristía en la iglesia del Monasterio de la Anunciación de Nuestra Señora, junto a las monjas carmelitas descalzas que allí residen. Este monasterio, fundado por Santa Teresa, fue el lugar donde pasó sus últimos días. Tuvimos el privilegio de visitar la ciudad, la Iglesia de San Juan de la Cruz, el monasterio de los Padres Carmelitas Descalzos, y el Museo donde pudimos rezar en el sepulcro de la Santa. Fue un momento de profunda reflexión y comunión espiritual.

Después de Alba de Tormes, nos dirigimos a Salamanca. Allí disfrutamos de una excelente comida y una agradable sobremesa en la que el P. Alejandro nos compartió sus valiosas enseñanzas. Aunque la tarde estaba calurosa, no nos detuvimos y exploramos la ciudad guiados por Jaime, el seminarista que nos acompaña en nuestras actividades de verano. Gracias a sus indicaciones, descubrimos lugares maravillosos que no olvidaremos visitar en futuras ocasiones. Nos maravillamos con la famosa rana en la puerta de la universidad, y aunque nos dijeron que es solo una leyenda, mantenemos la esperanza de que nos traerá suerte en nuestros exámenes. También visitamos la imponente catedral, un símbolo de fe y arquitectura.

Damos gracias a Dios por días como estos, donde el objetivo es pasarlo bien, compartir fe y vida con la comunidad y coger impulso para el curso que viene. Es en estas experiencias donde sentimos más intensamente el amor de Cristo y la unión de nuestra comunidad parroquial.

Nos sentimos bendecidos por poder vivir y compartir nuestra fe, y esperamos con ilusión las próximas aventuras que nos traerá el nuevo curso. Que la intercesión de Santa Teresa nos acompañe siempre y nos ayude a ser testigos de su amor en el mundo.