Desde el Hogar Santa Rita hemos estado acompañando a Alfonso de la Torre, el cual falleció, en las calles de nuestro municipio, la madrugada del jueves al viernes 4 de diciembre, DEP. Tenemos un ángel más en el cielo que intercederá por todos nosotros.

Nos unimos al dolor de todos los que le querían y compartían con él este trecho del camino.

El funeral por su eterno descanso será el miércoles 9 de diciembre a las 17:30h en la Parroquia Santísima Trinidad de Villalba.

Compartimos con vosotros este emotivo testimonio de una de las personas que le han acompañado en el Hogar Santa Rita:

Se nos ha ido Alfonso de la Torre, hace un mes para mí era una persona sin hogar más, como otras muchas que deambulan por nuestras calles ante la indiferencia o a veces la compasión de una sociedad insensible.

Gracias al Hogar Santa Rita y al acompañamiento de su persona como voluntario, su rostro y su presencia se hicieron cercanos a mi vida y le pude conocer de cerca, por eso ahora que se nos ha ido, recuerdo a un amigo cercano a mi corazón que a pesar de su indigencia me testimoniaba paz, sinceridad, aceptación de su situación frágil, que desde mi visión de creyente lo llamaría abandono en las manos de Dios, libertad, agradecimiento, amor sincero…Su muerte en el frío de la noche y en la soledad,  le ha dado el techo permanente que tanto anhelaba y un camino definitivo a la felicidad sin más sufrimientos.

De mi corta relación con él destacaría, como decía mi madre que era un hombre más bueno “que un cacho de pan” y eso era lo que le hacía un ser querido, saludado continuamente por la calle y se hacía sensible a suscitar la generosidad de la gente que le conocía y que le ayudaba con alimentos.

En alguna de las conversaciones que he tenido con él, me habló de cómo había llegado a su situación de hombre de calle, del fracaso de su familia y de sus distintos trabajos en muchos de los cuales no le pagaron la seguridad social, pero siempre sin hablar mal de nadie, sin ningún rencor y con un sentido encomiable del perdón, principalmente hacia su familia.

Alfonso se contentaba con muy poco, todo lo que tenía cabía en su carrito de compra casi lleno por sus dos mantas y aún le sobrara espacio. Como tenía unas únicas zapatillas que se las habían comprado las enfermeras del hospital, quisimos desde Cáritas ofrecerle otro par para poder lavar las que usaba y le acompañé a varias zapaterías y a un centro comercial, pero era imposible encontrar el nº 46 que era el que usaba por sus piernas hinchadas, por lo que después de nuestra infructuosa búsqueda me dice: Ves, no te preocupes, para mí solo hay las que llevo puestas, así es mi vida. Mientras haya alguien que quiera ayudarte todo tiene solución, le dije, así que las pedimos por internet y ya llegarán. Teníais que ver el rostro velado por la mascarilla de Alfonso, probándose las nuevas zapatillas con sus calcetines inexistentes y unas bolsas de plástico en sustitución de ellos para que no se le mojasen los pies, pues llovía abundantemente. Era un auténtico niño con zapatillas nuevas, todo contento y feliz y lleno de agradecimiento.

Tenía las piernas y los pies hinchados y llenos de úlceras que de seguro le producían un malestar continuo y dolor; pero externamente no traslucía para nada su miseria y sufrimiento, incluso cuando la enfermera le curaba cada dos días, si le preguntaba ¿Alfonso, te duele? El cerrando los ojos y con una mueca de resignación decía ¡No! Continuad.

Cuando desde Cáritas estábamos a punto de conseguir para Alfonso una vida un poco mejor: un lugar para residir, solucionar el Ingreso Minino Vital, cuidar mejor de sus enfermedades, el Señor le llamó como Padre Bueno que acoge a sus hijos necesitados y les libra de sus sufrimientos.

Alfonso se nos ha ido pero su testimonio, su paz, su sencillez, su bondad, su cercanía en el trato quedan en nuestro recuerdo como familia cercana a él que somos.

Quisiera expresar que ojalá la muerte que tuvo Alfonso en Villalba, en la calle, sea una llamada para que todo el mundo tuviera un techo donde por lo menos, morir dignamente lejos de la soledad y sin frío.

Alabamos a Dios por su muerte porque se ha podido liberar de las ataduras terrenas y porque en ella comienza el camino definitivo a la felicidad. ¡Alfonso te queremos!