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XXII Domingo T. Ordinario (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)

En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a mirar más allá de las apariencias y a examinar nuestras intenciones más profundas. Nos hace cuestionarnos sobre nuestras motivaciones y la sinceridad de nuestros actos.

En la vida cotidiana, es fácil caer en la trampa de juzgar a los demás por sus acciones externas sin considerar el estado de su corazón. Jesús nos llama a ser más compasivos y comprensivos, reconociendo que lo que realmente importa es la pureza de nuestro corazón.

Esta llamada a la pureza interior no es una invitación a abandonar las prácticas externas de nuestra fe, sino a vivirlas con un sentido renovado y auténtico. Jesús no descarta las tradiciones, pero nos insta a que estas estén alineadas con una transformación interna genuina. La verdadera pureza, nos dice, proviene de un corazón limpio, de intenciones rectas y de un amor sincero hacia Dios y hacia los demás.

Desde la fe: La fe nos llama a una pureza de corazón que trasciende las normas externas y se enfoca en la transformación interior. Es vital preguntarnos: ¿Estamos viviendo nuestra fe de manera auténtica o simplemente cumpliendo rituales sin sentido? Jesús nos invita a una fe viva, que brote desde el corazón y se refleje en nuestras acciones cotidianas.

Desde la esperanza: La esperanza nos impulsa a creer en la posibilidad de un cambio profundo en nuestro interior. A veces, nos damos cuenta que nuestras palabras y acciones no siempre reflejan la bondad y el amor que deseamos. Sin embargo, Jesús nos ofrece una nueva oportunidad cada día para purificar nuestros corazones y ser mejores versiones de nosotros mismos. La esperanza radica en saber que, con su ayuda, podemos lograrlo.

Desde la caridad: El amor nos insta a cuidar lo que sale de nuestro corazón. Las palabras y acciones tienen un poder inmenso para construir o destruir. Jesús nos invita a ser conscientes de nuestras intenciones, a hablar y actuar desde el amor genuino, evitando juzgar a los demás basándonos solo en apariencias o tradiciones. Amar como Jesús nos amó significa mirar más allá de lo externo y valorar la pureza del corazón.