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VIII domingo del T.O. (Lc. 6,38-45)
Hoy el Evangelio nos invita a no estar pendiente de los errores o defectos de los demás, sino a ver nuestros propios errores. Algunos somos especialistas en fijarnos en los defectos de los otros, estamos pendientes de dar consejos, y arreglarle la vida a los demás, mientras que no tenemos una mirada crítica hacia nosotros mismos.
Una persona que cuando falla, se trata bien a sí misma, tratará bien a quien falla. Alguien estricto consigo mismo, intransigente con sus propios defectos, será muy rígido a la hora de ver los defectos de sus hermanos. Dice el Señor que “por sus frutos los conoceréis”. Así es, un corazón que tiene bondad y misericordia, dará frutos de bondad y misericordia.
Nuestras palabras dan cuenta de lo que tenemos en el corazón, son la transparencia del alma. La espiritualidad no se mide por cuánto y cómo hablo de Dios, sino de cómo hablo de mis hermanos.
Desde la fe: Cree en Dios y en tus hermanos.
Desde la Caridad: Amate a ti mismo y amarás a los demás.
Desde la Esperanza. Inicia por los cambios en ti mismo y no en los de tus hermanos.