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La vida, prometida por Dios a los exiliados en Babilonia por el oráculo del profeta Ezequiel, es ofrecida a Lázaro y a todos los que creen en la nueva vida. Se trata de la misma vida de la que habla Pablo. Jesús resucita a Lázaro. La figura de Lázaro en la sepultura y atado por las vendas, ¿no es acaso la imagen de nuestra muerte? Jesús grita y la muerte se despierta a la vida. Lázaro resucita, sale de la cavidad del sepulcro, se ve libre de vendas y vive. El grito de Jesús: “Sal afuera”, resuena hoy como un eco y nos ordena que salgamos del sepulcro y nos libe-remos de las vendas que nos atan y esclavizan. Nos quiere vi-vos. Cristo es la vida y comunica vida. Hay muchas personas que prefieren permanecer bajo la fría cavidad del sepulcro con los oí-dos cerrados para no escuchar el grito de la vida de Cristo. Hay otras que quieren permanecer atadas por las vendas de sus esclavitudes en vez de experimentar la libertad de los hijos de Dios. Las lágrimas de Cristo resbalan por los corazones de muchas personas y no se convierten en semilla de vida. Cristo resucita a quien escucha su voz y se deja liberar de las vendas de sus esclavitudes. Cristo resucita a quien acoge sus lágrimas, oye su grito de vida y se ve libre de las vendas.