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El Adviento nos indica el camino para llegar a la Navidad, para vivirla y para esperar un tiempo que nunca termina. Los Padres de la Iglesia, en sus catequesis del tiempo de Adviento, hablan de tres venidas del Señor: la primera cuando se encarnó y nació de santa María Virgen; la segunda es la venida a cada uno de nosotros, y la tercera es la que tendrá lugar al final de los tiempos. En el tiempo de Adviento hacemos memoria de la primera y mientras caminamos hacia la tercera venida descubrimos al Señor presente en nuestra vida, en los sacramentos y en los signos. Las tres venidas del Señor piden tres actitudes de espera: la oración, el testimonio de vida y la vigilancia. El Adviento nos grita en nuestro interior y nos invita a permanecer en vela, despiertos. El Adviento nos pide tener en nuestras manos las lámparas encendidas en espera del Señor y tender nuestras manos a los que no esperan ni creen lo que nosotros esperamos y creemos. El Adviento es preparación de la Navidad, de la noche del encuentro de lo divino con lo humano. La vigilancia de este tiempo consiste en ver en la oscuridad la presencia del Señor, oír en la noche su paso suave y cercano, y escuchar su Palabra. La vigilancia de este tiempo consiste en crear silencio en el corazón y extender las manos a los que necesitan nuestra ayuda. El que duerme, ni ve, ni escucha, ni vigilia. Adviento es tiempo de vela en espera del Señor, que ha venido, que viene y que vendrá a juzgarnos en el encuentro sin fin.