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Domingo 31º del Tiempo Ordinario (Mt 23, 1-12)
Ellos dicen, pero no hacen
La hipocresía es un árbol que crece fácilmente en el campo de la sociedad. ¿Cómo fiarse de la palabra cuando no responde a los hechos? ¿Cómo fiarse de tanta palabra como se pronuncia a diario, y en la mayoría de los casos es contradictoria e inoperante?
No solamente la palabra, sino también se puede decir lo mismo de las imágenes. Una imagen vale más, mueve más, motiva más, que mil palabras. También podemos decir que una palabra coherente, fiel y firme, da más confianza que mil imágenes. El profeta Malaquías denuncia y critica a los sacerdotes de su tiempo porque ofrecen un culto vacío; hacen tropezar a muchos en la Ley, invalidando el sentido de la alianza, hacen discriminaciones entre personas, emplean una doble medida y se olvidan del servicio al pobre. Las palabras del profeta nos interpelan a todos para que purifiquemos el corazón y el ambiente que nos rodea para que no nos preocupemos de las formas y convencionalismos, de las discriminaciones y desigualdades.
Jesucristo se dirige a los fariseos y escribas desenmascarando su mentira, su falsedad cubierta de religiosidad. Hacen las cosas para ser vistos; dicen y no hacen. Jesús critica la dicotomía entre la enseñanza y la práctica, entre la verdad y las apariencias. El fariseísmo es también una enfermedad de nuestra sociedad. El gusto por la apariencia, la vanagloria y la adulación son el pan de cada día. Ante este panorama, Jesús hace una propuesta y da unos consejos a sus seguidores para ser auténticamente discípulos suyos. Ser servidores de corazón humilde.