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REFLEXIÓN (Papa Francisco)
Compartamos con alegría este momento de oración que nos introduce en el domingo de la Divina Misericordia, muy deseado por san Juan Pablo II—hoy, en el 2005 se nos fue—y quería esto para hacer realidad una petición de santa Faustina.
El apóstol Tomás es un testarudo. No había creído. Y ha encontrado la fe cuando ha tocado las llagas del Señor. Una fe que no es capaz de meterse en las llagas del Señor no es fe. Una fe que no es capaz de ser misericordiosa, como son signos de misericordia las llagas del Señor, no es fe: es idea, es ideología. Nuestra fe es encarnada en Dios que se ha hecho carne, que se ha hecho pecado, que ha sido herido por nosotros. Si queremos creer seriamente y tener fe, debemos acercarnos y tocar aquellas llagas. Acariciar aquellas llagas e incluso bajar la cabeza y dejar que los otros acaricien nuestras heridas.
Que sea el Espíritu Santo quien dé esos pasos: Él es el amor, Él es la misericordia que se comunica a nuestros corazones. Permanezcamos con el corazón abierto, para que el Espíritu pueda transformarlo ; y así, perdonados, reconciliados, inmersos en las llagas del Señor, seamos testigos de la alegría que brota del encuentro con el Señor Resucitado vivo entre nosotros.