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Domingo 09 febrero: V Del Tiempo ordinario (Evangelio Lucas 5, 1-11)
La escena del Evangelio nos invita a reflexionar sobre nuestras propias «barcas» y nuestras «redes». Cuántas veces nos encontramos exhaustos después de haberlo intentado todo, de haber puesto lo mejor de nosotros mismos en situaciones que parecían prometer frutos, y nos quedamos con las manos vacías. Es en esos momentos de vacío y frustración cuando Jesús se acerca, no con reproches, sino con una invitación: confiar de nuevo, intentarlo otra vez, pero esta vez con Él. Nos pide que vayamos más allá de nuestras certezas, que dejemos a un lado el cansancio o el miedo al fracaso, y que echemos las redes en su nombre. La respuesta a esta invitación no siempre es fácil, pero es ahí donde empieza el milagro, donde se manifiesta su poder transformador en nuestra vida cotidiana.
Este Evangelio también nos interpela sobre nuestra disposición para escuchar a Jesús en medio de nuestra rutina diaria. A veces estamos tan ocupados en nuestros propios planes que olvidamos hacerle un espacio en nuestra barca, en nuestra vida. Sin embargo, cuando le permitimos entrar, todo cambia. La abundancia de peces no es solo un símbolo de su bendición, sino también una llamada a salir de nosotros mismos y mirar más allá. Jesús no solo nos consuela, sino que nos impulsa a una misión más grande, a dejar atrás nuestras pequeñas seguridades para ser «pescadores de hombres», testigos de su amor en el mundo.
Desde la fe: Este pasaje nos anima a confiar en el Señor incluso en nuestras noches más oscuras. Aunque nuestras fuerzas flaqueen, Él siempre tiene una palabra que da vida y sentido a nuestro esfuerzo.
Desde la esperanza: Nos recuerda que nunca estamos solos en nuestras luchas. Cuando dejamos que Jesús guíe nuestras acciones, lo imposible se convierte en posible, y lo estéril da frutos abundantes.
Desde la caridad: Se nos invita a compartir lo que hemos recibido, a ser generosos con los dones que Dios pone en nuestras manos. Como Jesús nos muestra, la verdadera plenitud no está en acumular, sino en dar, en llevar esperanza y amor a quienes nos rodean.