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Las lecturas de hoy hablan de la resurrección de los muertos y nos invitan a reflexionar atentamente sobre esta verdad fundamental en la iglesia católica. Verdad que confesamos cada domingo al recitar el Credo. Los saduceos no creían en ella, de ahí la pregunta irónica que formulan a Jesús.

También hoy existen muchos “saduceos” en nuestra sociedad. El misterio de la muerte acompaña la vida del hombre y, en cierto sentido, es el misterio mismo del hombre. Jesús responde a los saduceos con un acto de fe en el Dios Viviente que ha resucitado de entre los muertos a Cristo. A la luz de la resurrección de Cristo, la vida cristiana adquiere una nueva perspectiva y una esperanza gozosa. La fe en la resurrección da al cristiano la alegre esperanza de la plenitud. No sabemos cómo será el nuevo mundo, pero su noticia nos abre a la esperanza y a la afirmación de todo lo bueno, verdadero, noble y justo. “Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, porque Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos”.