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Jesús vino a dar plenitud a la Ley, no a abolirla. Entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento existe continuidad y también progreso. Lo antiguo está contenido en lo nuevo y se revela el misterio eterno en el presente de Jesucristo. Nunca existió ni existe ruptura alguna.
Jesús habla a sus oyentes de una forma antitética: “Habéis oído” y “Yo os digo”. Y lo dice con autoridad. Por tres veces repite Jesús: “Yo os digo”. Las tres veces se relacionan con el prójimo y ponen de relieve la caridad. El Sermón de las Bienaventuranzas era sorprendente, el mensaje de las lecturas de hoy nos sorprende también. Jesús es un Maestro exigente. El cristiano re-nueva cada día su bautismo, recita sus oraciones y cumple responsablemente los nuevos mandamientos de Jesús. El seguimiento de Jesucristo exige un compromiso personal. No sólo consiste en decir “sí” al Señor, sino en dar testimonio por medio de las obras de caridad.