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Domingo 32º del Tiempo Ordinario (Mt 25, 1-13)
¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!
Las lecturas de hoy nos invitan a apreciar la sabiduría y a esperar con las lámparas encendidas en las manos.
Muchas personas sencillas buscan y encuentran la verdadera sabiduría; en cambio, muchos sabios ni la buscan ni la encuentran. La auténtica sabiduría es un don. Las muchachas del evangelio, las atentas y preparadas, entraron a la fiesta, mientras las otras, por no estar preparadas, se vieron privadas de entrar en la fiesta, porque la puerta estaba cerrada para ellas. En la parábola de hoy no importa analizar si son o no verosímiles algunos datos de la misma: la tardanza del esposo, la poca solidaridad de las muchachas prudentes, la idea de que las tiendas estén o no abiertas a medianoche, la dureza del esposo, que cierra la puerta a las que llegan tarde, etc. Lo principal es la lección que nos da Jesús: estar preparados para cuando llegue el esposo y poder entrar con él a la fiesta.
Velar es estar alerta, despiertos, preparados, vigilantes. Lo importante es estar preparado y ser admitido a la fiesta. Velar es mirar al futuro para vivir el presente. El cristiano debe permanecer vigilante no solo en relación con los últimos tiempos, sino con nuestra propia muerte, y también con los mil momentos importantes de “encuentros con el Señor” que se van sucediendo en nuestra vida. Todo encuentro con Él es gracia. El verdadero sabio es el que está siempre preparado para recibir a su Señor, teniendo en las manos la lámpara encendida de la fe y de la caridad.