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XXVIII Domingo T. Ordinario (Marcos 10, 17-30)
En el Evangelio según Marcos, encontramos el relato del encuentro entre Jesús y el hombre rico. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre las prioridades en nuestra vida y el desafío de seguir a Cristo de manera radical. El hombre, lleno de sinceridad, pregunta a Jesús qué debe hacer para heredar la vida eterna. Jesús, mirándolo con amor, le señala que venda todo lo que tiene, dé el dinero a los pobres y lo siga. Esta respuesta sorprende al hombre rico, pues poseía muchas riquezas. Aquí, Jesús no condena las riquezas en sí mismas, sino que pone a prueba el corazón del hombre, invitándolo a desprenderse de lo que le impide seguirlo plenamente.
Desde la fe, este pasaje nos interpela a examinar nuestras propias prioridades y a no permitir que ninguna posesión o ambición terrenal nos aparte del camino hacia Dios. Nos llama a confiar en la providencia divina y a reconocer que nuestra verdadera riqueza reside en la relación profunda con Cristo y en la herencia del Reino de Dios.
Desde la esperanza, aprendemos que seguir a Jesús implica un desapego valiente y una confianza radical en su llamada. Nos anima a buscar en Él la verdadera seguridad y plenitud, más allá de cualquier bien material que podamos acumular en este mundo. En cada renuncia por amor a Cristo, encontramos la promesa de una vida renovada y la certeza de que su gracia nos sostendrá en todo momento.
Desde la caridad, somos desafiados a vivir con generosidad y compasión hacia los demás, especialmente hacia los más necesitados. Jesús nos enseña que el verdadero tesoro está en compartir nuestros dones y recursos con aquellos que sufren, demostrando así nuestro compromiso con el servicio y la solidaridad cristiana.