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Jesús pregunta a los dos discípulos de Juan Bautista, que le siguen: «¿Qué buscáis?». Son las primeras palabras que el cuarto evangelio pone en boca de Jesús. La pregunta es sencilla y concreta. Hoy Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros: «¿Qué buscas?». ¿Busco algo como creyente de Cristo? La pregunta me interroga y debo responder.
¿Qué respondes? En el bautismo o en una encrucijada de la vida te has encontrado con Jesucristo, ¿cómo has reaccionado? Él ha puesto sus ojos en los tuyos, se han cruzado las miradas, ¿se han cruzado los corazones? La llamada y el encuentro piden una respuesta sincera de seguimiento, de compromiso, de una vida entregada a dar a conocer el Evangelio, a Jesucristo. Los dos discípulos de Juan pasaron a ser discípulos de Jesús. Se quedaron con él y comenzó a formarse la comunidad de los discípulos de Jesús. Los discípulos, al seguir a Jesús, se comprometieron a vivir un nuevo estilo de vida. Dios llama en el silencio de la noche y en pleno día. En el templo de Jerusalén reinaba el silencio de la noche. En la noche cesa el ruido de la vida y descansa el cuerpo; la noche es tiempo de escucha y de respuesta; la noche es tiempo de salvación. Samuel, dormido, escucha la suave voz de Dios, que le llama. Dios nunca duerme y despierta a los dormidos. En la noche surgió la vocación profética de Samuel, en cambio, los dos discípulos del Bautista son llamados a seguir a Jesús en pleno día, entre el bullicio y las actividades. Cristo llama a muchos y pocos son los que responden.