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Domingo III Adviento o Gaudete (Mateo 11, 2-11)

El mensaje de Jesús a los discípulos de Juan abre un horizonte donde la espera se llena de vida. Ellos buscaban certeza, una señal que aclarara sus dudas, y Jesús responde mostrando lo que sucede allí donde Él actúa: la vida se levanta, la esperanza brota, las heridas comienzan a cicatrizar. En esta respuesta se revela un modo nuevo de esperar. Esperar desde la confianza, esperar desde la serenidad, esperar desde un corazón que sabe que el Señor obra incluso cuando todo parece lento. Gaudete invita a vivir esta espera como una fuente de alegría interior, porque cada gesto de Jesús transforma la realidad desde dentro.

Esperar con hondura implica abrir espacio a lo que Dios va despertando en nuestra historia. Un corazón que espera descubre que el Evangelio ilumina cada día con una luz suave, capaz de sostener incluso en los momentos frágiles. La espera cristiana nunca es pasiva: es una espera que acaricia, que abraza, que prepara, que se dispone a ver cómo el Señor sorprende con caminos que renuevan. Cuando esperamos así, la vida se convierte en un lugar donde la alegría encuentra casa, porque el corazón se siente acompañado en cada paso.

Desde la fe: esperar con el corazón abierto a la acción de Jesús, que fortalece, consuela y guía con ternura.

Desde la esperanza: esperar con alegría interior, reconociendo los signos del Señor que ya florecen en nuestra vida.

Desde la caridad: acompañar a quienes viven esperas difíciles, ofreciendo cercanía, escucha y palabras que encienden luz.