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Con el presente domingo comenzamos la serie del Tiempo Ordinario que se celebra antes del Miércoles de Ceniza. El domingo de hoy es como un eco de la celebración de la Navidad y nos invita a contemplar a Jesucristo al inicio de su misión. Todos hemos sido llamados a la salvación. Algunos responden a la llamada afirmativamente; otros no la aceptan. No faltan quienes la escuchan y se olvidan de ella inmediatamente, porque no les interesa ni entra en sus proyectos.
Juan el Bautista acepta la llamada y la misión. Reconoce a Jesús y lo señala con el dedo, diciendo: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Jesús continúa hoy quitando el pecado del mundo. Guía el destino de cada persona y concede la verdadera libertad; nos hace sentir peregrinos y nos confía la misión de señalar a Cristo en medio de nuestra sociedad. En el camino de la vida siempre se encuentra a un Juan Bautista que señala con el dedo y con la palabra dónde está Cristo y, con él, la salvación. Seremos testigos válidos del Mesías si nos dejamos invadir, poseer, llenar y vivificar por el Espíritu Santo. No hay otra receta pastoral, por mucho que intentemos descubrir nuevos métodos pastorales; solo hay un estilo evangelizador: aceptar la presencia de Cristo en medio de nosotros y señalársela a los que lo buscan y no lo encuentran.