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XXIV Domingo T. Ordinario (Marcos 8, 27-35)
En el Evangelio según Marcos, Jesús interpela a sus discípulos con una pregunta crucial: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Esta pregunta invita a una reflexión profunda sobre nuestra identidad espiritual y nuestra relación personal con Cristo.
Jesús continúa su enseñanza llamándonos a seguirle con sinceridad y compromiso. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.» Estas palabras nos recuerdan que seguir a Cristo implica renunciar a nuestra propia voluntad y aceptar el camino de sacrificio y servicio que Él nos muestra.
Desde la fe: este pasaje nos llama a construir nuestras vidas sobre el fundamento de Cristo, reconociéndolo como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, y no solo quedarnos en las apariencias externas o influencias superficiales.
Desde la esperanza: nos anima a vivir confiando en las promesas de Cristo y en su camino de salvación. Este Evangelio nos impulsa a enfrentar nuestras cruces diarias con valentía y fe, sabiendo que a través de nuestros sacrificios podemos encontrar verdadera vida y realización en Él.
Desde la caridad: aprendemos a amar como Cristo nos amó, dando nuestras vidas por los demás y testimoniando su amor transformador en nuestras palabras y acciones. Nos llama a ser testigos vivos de Cristo en el mundo, compartiendo su mensaje de amor y redención para que otros también puedan experimentar su gracia y su verdad.