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Jesús transmite su mensaje por medio de parábolas para que sus oyentes comprendan su contenido. El Reino de los cielos se parece a un banquete. Los primeros invitados fueron los israelitas, que durante siglos esperaron al Mesías. Los que fueron invitados en el cruce de los caminos eran los que no formaban parte del pueblo de Israel. Los primeros invitados se excusan por la urgencia de sus negocios o tareas y rechazan la invitación. Los invitados en la segunda etapa aceptan y entran en la sala del banquete, sin distinción de clases sociales. Han sido invitados todos. Solo se exige el vestido de fiesta. El Señor invita a todos los bautizados a participar en el banquete eucarístico. Unos dicen que deben estar con sus amigos o hacer senderismo, otros que están cansados del trabajo de la semana o que se acostaron al amanecer. No faltan quienes afirman que no les apetece o se aburren en la celebración. Son los que rechazan la invitación y se excusan. La campana de la Iglesia suena para todos y a todos invita a la celebración de la Eucaristía. Isaías invita al banquete de la salvación, banquete abierto a todos. Somos libres de aceptar o no la invitación. Hablar de salvación es hablar de lo que ansían todas las personas. Algunas buscan la salvación en cosas que no pueden salvar ni dar felicidad. El Señor nos invita hoy a su banquete. Los alejados de su presencia están alejados de la salvación y de la verdadera felicidad. El que rechaza la invitación rechaza al que invita.