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Domingo XXIV del Tiempo Ordinario (Mateo 18, 21-35)

No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo: El Evangelio de este Domingo nos habla del PERDON. El Perdón es una consecuencia del Amor.

DIOS es AMOR y, en consecuencia, es PERDON. Nosotros, imágenes de Dios, tenemos que ser Amor y, en consecuencia, tenemos que ser Perdón. Todos somos pecadores. Hemos de reconocerlo con humildad y hemos de esperar con confianza el perdón de Dios que nunca falla. Y si Dios nos perdona siempre, nosotros tenemos que perdonar siempre a nuestros hermanos.

La Comunidad Cristiana del Siglo I quedó impactada por el comportamiento de Jesús que perdona y excusa a sus propios asesinos. La Comunidad Cristiana del Siglo XXI tenemos que actuar en esa misma línea.

Pedro le pide a Jesús una medida para el perdón: ¿4 veces?, ¿7 veces?… Y Jesús le contesta que hay que perdonar sin medida: 70 veces 7, es decir, siempre. Es un error grave que a la hora de perdonar al hermano, yo me fije en la persona que me ha ofendido y no me fije en Jesús. Tengo que fijarme en el perdón de Dios, en cómo me ha perdonado Dios a mí.

La enormidad en el perdón es de Dios. La tacañería en el perdón es de los hombres. Dios no puede dejar de perdonarnos como no puede dejar de amarnos.

Desde la Fe: ¿Creo en el Amor Infinito de Dios? ¿Creo, en consecuencia, en el Perdón Infinito de la Misericordia de Dios?

Desde la Esperanza: ¿Me canso de pedir perdón a Dios porque en el fondo desconfío de tanto amor?

Desde la Caridad: ¿Amo al Prójimo al estilo de Dios y mi amor es perdonador?

Padre Apolinar.