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Continúa la proclamación del evangelio de san Mateo. El tema central del presente domingo es: “Dios es santo, debéis ser santos”. Lo contemplamos perfecto y quiere que también nosotros seamos perfectos. ¿Cómo nos gusta que nos traten? La respuesta es fácil.
Queremos que nos traten con generosidad y amabilidad, con fraternidad y comprensión. Si una persona es compasiva consigo mismo, ¿no lo será también con los demás? El evangelio es la verdadera carta magna de la caridad. Nuestra vocación cristiana no puede ser de jueces o de verdugos; es una vocación de hermanos. El Señor nos ha dado las manos para elevarlas al cielo en oración eucarística y en súplica. Nos las ha concedido para que las extendamos en ayuda a nuestros hermanos que sufren la injusticia, la guerra, el hambre, la persecución, la emigración, etc. Nuestras manos son instrumentos de consuelo, de esperanza, de animación, y para hacer que muchas personas eleven sus manos también al cielo y las extiendan hacia los demás. Así se cumple el imperativo evangélico: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.