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El simbolismo de la luz se ha hecho presente en el domingo anterior, en la liturgia natalicia, y la encontramos en el Tiempo Pascual. El evangelio de hoy narra el inicio del ministerio público de Jesucristo.
Galilea es un espacio geográfico que en Mateo tiene también un significado teológico: Jesús deja el Jordán, donde había sido bautizado, y el desierto de Judea. Se establece en Cafarnaún, ciudad de Galilea junto al lago de Tiberíades, frontera entre los estados de Filipos y Herodes Antipas. Allí existía también una guarnición romana al mando de un centurión, que había reconstruído la sinagoga de la ciudad. La evangelización cristiana se inicia en Cafarnaún con el anuncio de la conversión. La conversión implica dos movimientos: uno negativo, que consiste en alejarse de toda forma de negación de Dios y del hombre, y el otro, positivo, que consiste en acercarse a Dios. En el fondo, convertirse es acoger a Dios. Todos necesitamos convertirnos y experimentar la intensidad de la luz. La conversión no es cosa de un solo día, es permanente. Hoy Cristo invita a la conversión y continúa llamando a sus colaboradores y les dice: seguidme. La conversión y la llamada son gracias especiales. A más conversión, más luz y más respuesta a la llamada.