Ver y Descargar la Hoja Dominical

Solemnidad del CORPUS CHRISTI (Lc 9, 11b-17)

Jesús acoge a la multitud que se acerca a Él con hambre de sentido y sed de vida. No permanece indiferente ante sus necesidades, sino que las abraza con un amor capaz de transformar la escasez en abundancia. En sus manos, lo poco ofrecido se convierte en alimento para todos. Allí donde el corazón humano percibe límites, Jesús revela el infinito del amor de Dios. Cada gesto suyo, cada palabra, cada mirada, siembra vida y esperanza. Partir el pan es para Él partirse a sí mismo, entregarse entero, llenando los vacíos, colmando las esperanzas más profundas de quienes se acercan con el alma abierta.

En este milagro resplandece el misterio que celebramos en la Eucaristía: Cristo, Pan vivo bajado del cielo, que se ofrece por amor y permanece para siempre. No entrega solo alimento para el cuerpo, sino alimento que nutre el espíritu y fortalece el camino. En la fracción del pan, Jesús sigue diciendo hoy: «Este es mi Cuerpo, entregado por vosotros». Cada Eucaristía es un abrazo de Dios a su pueblo, una renovación de su promesa, una fuente inagotable de gracia. Al recibirlo, no solamente somos alimentados, sino enviados a ser pan partido para el mundo, presencia viva de su compasión y su ternura.

Desde la fe: Acoger cada Eucaristía como un don inmenso, donde Cristo mismo se hace nuestro alimento y nuestra fuerza.

Desde la esperanza: Confiar en que cada pequeño gesto de entrega, unido a Cristo, tiene poder de multiplicar la vida y la alegría en el mundo.

Desde la caridad: Vivir con el corazón eucarístico, dispuestos a ser pan partido, alivio en el cansancio, luz en los caminos de quienes buscan consuelo.