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XXV Domingo T. Ordinario (Marcos 9, 30-37)

En el Evangelio según Marcos, Jesús revela a sus discípulos su destino de sufrimiento y muerte, pero también su resurrección. Es un momento de profunda enseñanza sobre el verdadero significado de seguir a Cristo. Nos invita a reflexionar sobre nuestra propia disposición a asumir la cruz en nuestras vidas. A menudo, como los discípulos, podemos sentir miedo o resistencia ante las pruebas y desafíos que implica ser discípulo de Jesús. Sin embargo, Jesús nos muestra que la verdadera grandeza está en el servicio y la humildad, no en la búsqueda de reconocimiento o prestigio.

Desde la fe: somos llamados a confiar en las palabras de Jesús, incluso cuando parezcan difíciles de aceptar o entender. Él nos muestra el camino hacia la verdadera vida y plenitud, que pasa por la entrega generosa y desinteresada.

Desde la esperanza: encontramos la fortaleza para enfrentar nuestras propias limitaciones y debilidades, sabiendo que, en la debilidad de nuestra entrega, Dios obra maravillas de gracia y transformación. Nos anima a buscar la verdadera grandeza en el servicio a los demás, especialmente a los más necesitados y vulnerables.

Desde la caridad: aprendemos a amar como Jesús nos amó, dando nuestra vida por los demás y siendo sensibles a las necesidades de quienes nos rodean. Este Evangelio nos desafía a superar nuestro deseo de poder o status, y a abrazar la humildad y la compasión como el verdadero camino hacia la comunión con Dios y nuestros hermanos.