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El evangelio narra la curación del ciego. La luz es el segundo signo del camino cuaresmal hacia la Vigilia pascual. Al evangelista Juan le gusta la imagen de la luz y las tinieblas ya desde el mismo prólogo. El encuentro de Jesús con el ciego de nacimiento ofrece la confrontación dramática entre la luz, Cristo, y las tinieblas. La curación del ciego es un milagro en dos tiempos, caracterizados por dos encuentros del ciego con Jesús. En el primer encuentro, Jesús le cura y le dice que vaya a lavarse a la piscina de Siloé. Se lava y ve. El ciego curado se encuentra por segunda vez con Jesús. Este nuevo encuentro se coloca al final de un itinerario de pruebas e incomprensiones que soporta el ciego curado y le lleva a redescubrir otra luz, la de Cristo, y a la profesión de fe: “Creo, Señor”, y se postró delante de Él. La curación del ciego va acompañada de la confesión de fe en Jesús. El ciego recorre tres etapas: al principio no sabe quién es Jesús. Confiesa que es un “profeta” y, por último, dice: “Creo, Señor”. Nos preguntamos hoy: ¿Quién es Jesús de Nazaret? Jesús es el Señor, como afirmó el ciego y creyó. La fe cristiana no consiste en creer algo, sino en creer en alguien, que es Cristo.