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Después de llevar a cabo su ministerio mayoritariamente en la región de Galilea, Jesús toma la decisión de bajar a la región de Judea, de capital Jerusalén, donde consumará su sacrificio, donde el Hijo de Dios concluirá su misión de anunciar el evangelio del Reino de Dios entregando su vida. Ni siquiera la oposición que encuentra en el territorio de Samaria será un obstáculo para que pueda llevar a cabo su misión. Hay una determinación imparable en quien sabe que es su momento, que es la hora del Padre, que un proyecto cumple la voluntad de Dios y ha de ser llevado a cabo superando cualquier adversidad.

Así, lo primero de lo que nos hablan las lecturas de hoy es de una gran determinación. El evangelio no puede seguirse, ni creerse, ni vivirse, de forma tibia. Si no hay convencimiento, no se podrá realizar y la vida no reflejará el poder de Dios. Nada puede retrasar su fuerza, y si el hombre no acoge plenamente el poder de la Pascua de Cristo, este no brillará como verdaderamente es. De ahí la exigencia de Cristo: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de los cielos». Y es al escuchar esta sentencia cuando viene a nuestra mente el episodio de Elías con Eliseo: «Ve y vuelve, ¿quién te lo impide?» Con Eliseo, en los tiempos del Antiguo Testamento, la salvación se va haciendo «a fuego lento». Hay tiempo hasta para ir y despedirse. Pero la urgencia ha llegado con Cristo. Antes no se había manifestado plenamente el poder de Dios, pero ahora ya sí, ahora ya no hay lugar para retrasos. El seguimiento de Cristo es una tarea que requiere decisión.

En la vida cristiana, multitud de elementos pueden diferir un anuncio que es urgente, y eso no puede ser. La conversión no es aplazable. ¿Qué obstáculos, que «peros», que esperas le proponemos nosotros a Dios en nuestra vida cristiana? En aquel que sigue al Señor, sólo cabe repetir, una y otra vez, lo que decía el salmo: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa. Mi suerte está en tu mano”. Confiar en el Señor, en aquel al que se sigue, dejar que sea el Señor el que vaya marcando sacrificios y tiempos, significa favorecer el plan salvador.