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La fiesta de la Sagrada Familia es una fiesta de moderna implantación. En ella, las lecturas que se proclaman quieren resaltar, en primer lugar, el amor de Dios como vínculo que establece y ordena las relaciones en la familia, y en segundo lugar que el mismo Hijo de Dios, al hacerse hombre, ha aceptado crecer en el seno de una familia. En la primera lectura, el autor recuerda la enseñanza contenida en el cuarto mandamiento: honrar padre y madre. La autoridad del padre y de la madre deben ser reconocidas por todo hijo, y en ese reconocimiento no hay tristeza, sino felicidad: el perdón de los pecados y una vida larga. Pero esa autoridad hacia los padres en la tierra es una pedagogía para reconocer la autoridad de nuestro padre del cielo: así nos enseña Jesús, niño, en el Templo: «¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
La lectura de san Pablo a los Colosenses también trata de profundizar en las relaciones familiares: ser miembro de una familia es elección de Dios; además las relaciones deben tener «como ceñidor» el amor de Dios. El amor de Dios construye la familia, fortalece las relaciones. ¿Podemos decir que es así, que nuestra relación se edifica, en nuestra familia, a partir de un amor gratuito como el que Dios ha mostrado por nosotros? «La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza». La fuerza de la Palabra establece relaciones auténticas, constructivas. El niño Jesús en el Templo vuelve a ser la imagen de esta relación con la Palabra, en el evangelio. Su amor a Dios, su interés por escudriñar la Palabra del Padre, le hará estar «en sus cosas». Ciertamente, en casa, todos tenemos «nuestras cosas», el problema viene cuando esas cosas nuestras no queremos que se vean, que se conozcan, que se expongan ante los demás: Jesús está en las cosas del Padre, que son siempre bien común. ¿He hecho de sus cosas las mías propias? ¿He asumido, dentro de mi familia, el lugar del amor de Dios? En esta fiesta, en pleno tiempo de Navidad, también nosotros deberemos ver qué fundamenta nuestra familia: ¿Cuál es el lugar de la Palabra de Dios? ¿Compartimos el amor de Dios, buscamos que este nos ciña unos a otros? Es la Madre la que nos enseña a «guardar las cosas en su corazón», en la fe y el amor de Dios. «Las cosas» que no son nuestras, son para que encontremos a Dios, para que reconozcamos que somos parte de su familia y para que siempre queramos estar en ella por el amor que recibimos.