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REFLEXIÓN (Papa Francisco)

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la última cena, en el momento en el que sabe que la muerte está ya cercana. Ha llegado su hora. Por última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también cuando Él ya no esté físicamente en medio de ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de un modo nuevo, y así dar mucho fruto.

Todos podemos estar unidos a Jesús de un modo nuevo. Si por el contrario uno perdiese esta comunión con Él, esta comunión con Él se volvería estéril, es más, dañina para la comunidad. Y para expresar esta realidad, este nuevo modo de estar unidos a Él, Jesús usa la imagen de la vid y los sarmientos: “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos”.

Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos, toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, comenzando por los más pobres y los que sufren, como hizo Él, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.