En la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2024, la Iglesia, fiel a su vocación misionera y de acogida, nos invita a reflexionar sobre la dignidad de cada persona y el deber de caminar junto a aquellos que buscan un nuevo hogar.

El lema «Dios camina con su pueblo», elegido para esta jornada, resalta la idea de un Dios presente y activo en la vida de quienes se ven forzados a migrar, tal como lo estuvo en la historia del pueblo de Israel en su camino hacia la libertad. Esta jornada, que se celebrará el 29 de septiembre, nos invita a reflexionar y actuar, destacando la responsabilidad de la Iglesia y de todos sus fieles en la creación de comunidades acogedoras que promuevan, protejan e integren a los migrantes y refugiados.

Nuestros obispos y la Conferencia Episcopal Española nos recuerdan que formamos parte de una Iglesia peregrina, llamado a caminar junto a aquellos que buscan una vida mejor, tal como Dios caminó junto al pueblo de Israel. En este contexto, la migración no es solo un fenómeno social, sino también una oportunidad para el enriquecimiento humano y espiritual. Nos desafía a superar prejuicios y tierna la mano al otro, reconociendo en cada migrante el rostro de Cristo.

El Papa Francisco subraya la dimensión sinodal de la Iglesia, es decir, el caminar juntos como una comunidad de creyentes, siguiendo el ejemplo de Jesús. Nos recuerda que Dios no solo acompaña, sino que habita en su pueblo, especialmente en los más vulnerables. Por ello, cada encuentro con un migrante es una oportunidad para encontrar a Cristo, y servir y acoger a los más necesitados es el camino hacia la salvación.

En este sentido, la Conferencia Episcopal ha lanzado el podcast «Cruzando Fronteras», que busca profundizar en cómo debe ser la pastoral con los migrantes en el contexto actual. Basado en la exhortación pastoral «Comunidades acogedoras y misioneras», este podcast reflexiona sobre la misión de la Iglesia de acoger y acompañar a quienes se encuentran en situación de movilidad.

La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado es, por tanto, un momento para que nuestras comunidades cristianas reafirmen su compromiso con el Evangelio de la hospitalidad, promoviendo el respeto, la integración y la justicia social. Nuestros obispos nos invitan a crear espacios de acogida e integración, donde todas las personas sean respetadas y acompañadas en su proceso de búsqueda de una vida digna.

La llamada es clara: como miembros de una Iglesia misionera, debemos revisar nuestras actitudes y acciones hacia los migrantes y refugiados, sabiendo que en ellos nos encontramos a Cristo. La experiencia cristiana está profundamente vinculada al movimiento y a la búsqueda de la tierra prometida, un viaje que no es solo geográfico, sino también espiritual.

El desafío está en abrir los ojos y el corazón para reconocer en los migrantes y refugiados el rostro de Cristo, y actuar en consecuencia, con compasión, justicia y misericordia.

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