Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial
Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día: La celebración de la Pascua: renovación y resurrección
La Pascua es un estallido de vida
Después del silencio del sepulcro, después de los días oscuros de la cruz, la luz irrumpe con fuerza. El anuncio pascual lo cambia todo: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24, 5). Esas palabras resuenan hoy con la misma fuerza que entonces. Cristo ha resucitado, y con Él, cada parte de nuestra historia se llena de esperanza.
La Pascua es una proclamación viva, la vida ha vencido, el amor ha atravesado la muerte y ha salido glorioso. Cada celebración pascual nos invita a mirar de nuevo nuestra vida, nuestras heridas, nuestros sueños, y reconocer que todo puede renacer si se deja tocar por la fuerza del Resucitado.
Renovarnos desde dentro para vivir de verdad
La resurrección no es un final feliz añadido a una historia difícil. Es una transformación radical. Es pasar del miedo a la confianza, del encierro a la apertura, del “todo está perdido” al “todo es posible”. Cuando dejamos que la Pascua entre en nosotros, algo se despierta, algo se enciende, algo vuelve a empezar.
Renacer con Cristo es mirar el mundo con ojos nuevos. Es dejar que la alegría recupere su lugar. Es decidir vivir con un corazón agradecido, con una fe que sostiene y con una esperanza que no defrauda. “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba” (Col 3, 1). Pascua es, ante todo, una invitación a vivir desde lo alto, desde lo que dura, desde lo que da sentido.
Ser testigos de la Vida que nunca muere
Los primeros discípulos no comprendieron todo de golpe. Pero vieron al Resucitado, escucharon su voz, sintieron su paz. Y eso fue suficiente para ponerse en camino. Pascua es también una misión: anunciar con la vida que la muerte no tiene la última palabra. Que el amor permanece. Que la luz vuelve.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita testigos pascuales. Personas que abracen su propia resurrección cotidiana, que sostengan a otros en sus cruces, que enciendan la esperanza donde se apaga la fe. Ser testigos de la Pascua es vivir con el corazón despierto, con los ojos abiertos al bien, con los pies dispuestos a caminar al encuentro.
Que esta Pascua no pase de largo. Que la celebremos con profundidad, con gratitud, con la certeza de que cada vida es tierra de resurrección cuando se deja alcanzar por el amor. Que en nosotros renazca todo lo que parecía dormido. Y que se haga visible, en nuestra forma de vivir, que Cristo vive y nos ha hecho libres.
