Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:

La importancia de la misión: compartir nuestra fe

Nuestra fe no es un tesoro para esconder, sino una llama para compartir. Cuando descubrimos el amor de Dios, algo dentro de nosotros nos impulsa a transmitirlo, a contarlo, a hacerlo vida en el mundo. Porque sabemos que cuando Cristo entra en la vida de alguien, todo cobra un sentido nuevo. Evangelizar no es solo un deber, es una necesidad que nace del amor.

A veces pensamos que la misión es solo para sacerdotes, religiosos o grandes predicadores. Pero todos estamos llamados a ser testigos del Evangelio, cada uno desde nuestro lugar, con nuestra propia historia y con el carisma que Dios nos ha dado. No se trata de hacer discursos o de saberlo todo, sino de transmitir, con sencillez y verdad, la alegría de creer.

Anunciar con la vida: ser testigos antes que maestros

Las palabras pueden inspirar, pero nada es más poderoso que el testimonio de una vida transformada por el amor de Dios. Jesús nos lo enseña con su ejemplo: antes de predicar, amó; antes de enseñar, se acercó a los más pequeños; antes de hablar, escuchó.

El Papa Francisco nos recuerda: «La evangelización es un testimonio de vida que ilumina el camino». Nuestra forma de actuar en casa, en el trabajo, en la comunidad, es el primer anuncio del Evangelio. Cuando somos pacientes en la dificultad, cuando servimos con alegría, cuando perdonamos con generosidad, estamos mostrando que Cristo vive en nosotros. No hace falta grandes discursos si nuestra vida habla por sí sola.

No tener miedo de anunciar a Cristo

En ocasiones nos cuesta hablar de nuestra fe por miedo al rechazo o a la indiferencia. Pero Jesús nos dice: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio (Mc 16, 15). No nos pide hacerlo con miedo o con reservas, sino con confianza, con audacia, con un corazón lleno de amor. No evangelizamos porque nos creemos mejores que otros, sino porque hemos encontrado una alegría que no podemos guardar solo para nosotros.

Compartir nuestra fe no significa dar respuestas prefabricadas o imponer creencias, sino ofrecer a los demás la oportunidad de conocer a Aquel que nos ha cambiado la vida. A veces será con palabras, otras con gestos sencillos, pero siempre desde la verdad y el respeto. Cada persona tiene su propio camino hacia Dios, y nuestra misión es acompañar, sembrar y confiar en que Él hará crecer esa semilla.

La misión nos transforma también a nosotros

Evangelizar no es solo dar, sino también recibir. Cuando compartimos nuestra fe, crecemos en ella. Cada testimonio que damos, cada diálogo sobre Dios, cada acto de amor, fortalece nuestra propia relación con Él. La fe, cuando se comparte, se multiplica.

Ser misioneros es vivir con un corazón disponible, con los ojos abiertos a las necesidades de los demás y con la alegría de saber que somos portadores de una Buena Noticia. Allí donde estemos, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra comunidad, somos llamados a ser luz, a ser sal, a ser esperanza para los que aún no han descubierto la belleza de la fe.