Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial
Cada martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:
La paz interior: aprendiendo a confiar en Dios
En nuestra vida diaria, es fácil perder la paz cuando nos enfrentamos situaciones que parecen fuera de nuestro control. A menudo, nos preocupamos por el futuro o por los desafíos que se presentan en el presente; sin embargo, como cristianos, sabemos que nuestra paz no depende de las circunstancias, sino de nuestra confianza en Dios. Él nos ofrece una paz que trasciende todo lo que podamos entender o imaginar, una paz duradera que nace de su presencia constante en nuestras vidas.
Confiar en la providencia de Dios
Confiar en Dios significa dejar nuestras inquietudes en sus manos. Aunque a veces no entendemos los caminos que Él nos presenta, su plan siempre es perfecto, guiándonos a cada uno de nosotros con su amor infinito. Cuando Jesús nos dice “No os angustiéis por el mañana” (Mateo 6, 34), nos está invitando a vivir el presente con plena confianza en la providencia divina. Nos recuerda que no estamos solos y que Dios tiene el control incluso en los momentos de mayor incertidumbre. Dejar nuestras preocupaciones en manos de Dios es un acto de fe que nos libera y nos permite experimentar su paz en lo más profundo de nuestro ser.
La paz no es ausencia de problemas, sino certeza de su presencia.
Es importante recordar que la paz que Dios nos ofrece no implica que nuestra vida estará exenta de problemas. Jesús mismo nos aseguró que en el mundo tendríamos aflicciones (Juan 16, 33), pero también nos prometió que Él ha vencido al mundo. La paz cristiana no consiste en vivir sin dificultades, sino en saber que, en medio de ellas, Dios está con nosotros. Como les dijo Jesús a sus discípulos en la tormenta: “Ánimo, soy yo; no temáis” (Mateo 14, 27). Esta certeza de la presencia de Dios en nuestras vidas nos permite caminar con serenidad, sabiendo que no estamos solos en las tormentas y que su mano nos sostiene siempre.
Cultivar una vida de oración y abandono en Dios.
La confianza en Dios se cultiva en la oración. Es en la oración donde nos encontramos con el Señor, donde abrimos nuestro corazón y aprendemos a descansar en su amor. A través de la oración, somos fortalecidos en la fe y capaces de abandonar nuestras preocupaciones en sus manos. La oración nos recuerda que todo depende de Él y que, en su infinita sabiduría y bondad, Él sabe lo que es mejor para nosotros. Cuando nos abandonamos en Dios, aprendemos a dejar de controlar todo lo que nos rodea y a vivir con una paz profunda, confiando en que Él nos cuida en todo momento.
Mantener la mirada en Dios en todo momento.
Es verdad que, a lo largo de nuestra vida, nos encontraremos con momentos de duda, de incertidumbre y de dolor. En esos momentos, es fundamental mantener la mirada fija en Dios. Es fácil distraerse con las dificultades y olvidar que Dios siempre está presente, dispuesto a guiarnos y a acompañarnos. Cuando mantenemos nuestros ojos en Él, su paz nos envuelve y nos llena de esperanza. La paz que Dios nos da no depende de las circunstancias externas, sino de nuestra relación con Él, de esa confianza plena que deposita nuestras vidas en sus manos.
En cada paso que demos, incluso en los momentos más difíciles, que nuestra mirada siempre se dirija a Dios. Él es nuestro refugio y fortaleza, nuestra roca firme. En su amor encontramos la paz que nuestro corazón tanto anhela. Confiemos en Él, y permitamos que su paz llene nuestra vida, transformando nuestras preocupaciones en serenidad y nuestras inquietudes en esperanza.