Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial
Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:
La tradición: un tesoro vivo que nos sostiene en la fe
Nuestra fe no nace de la nada. Somos parte de una historia más grande que nosotros, una historia de amor entre Dios y su pueblo que ha sido transmitida de generación en generación. La tradición cristiana es mucho más que un conjunto de costumbres o prácticas antiguas; es un tesoro vivo que nos une a la raíz de nuestra fe y nos ayuda a caminar con autenticidad en el presente.
La tradición nos conecta con la fuente de la fe
Cuando rezamos el Padrenuestro, cuando nos santiguamos, cuando celebramos la Eucaristía, estamos participando en una fe que ha sido custodiada y transmitida desde los apóstoles hasta nosotros. No creemos solos, creemos en comunión con aquellos que nos han precedido y con los que vendrán después.
San Pablo nos recuerda: “Os transmití, en primer lugar, lo que yo mismo recibí” (1 Cor 15, 3). La fe se nos ha entregado como un don, como una herencia viva que sigue iluminando nuestras vidas. La tradición no es repetición vacía, sino un puente que nos permite beber de la fuente original del Evangelio.
Podríamos decir que la tradición es un ancla que nos mantiene firmes, recordándonos quiénes somos y cuál es nuestro destino. No nos encierra en el pasado, sino que nos impulsa a vivir el presente con raíces profundas y mirada abierta.
Una fe que se vive y se transmite
La tradición no es solo algo que recibimos, sino también algo que estamos llamados a vivir y transmitir. Nuestra fe crece cuando la compartimos, cuando la hacemos experiencia, cuando la encarnamos en nuestra vida cotidiana.
Cada gesto de amor, cada acto de perdón, cada momento de oración en familia, cada esfuerzo por vivir el Evangelio en el día a día es una forma de mantener viva la tradición cristiana. No se trata solo de conservar ritos y enseñanzas, sino de hacer que el mensaje de Jesús siga transformando vidas aquí y ahora.
Jesús mismo no vino a abolir la tradición, sino a darle su verdadero sentido: “No he venido a abolir, sino a dar plenitud” (Mt 5,17). En Él, todo lo recibido cobra su verdadero significado, y nosotros estamos llamados a ser testigos de esa plenitud en el mundo de hoy.
La tradición nos abre al futuro con esperanza
A veces podemos pensar que la tradición es algo que nos ata al pasado, pero en realidad es todo lo contrario. Cuando conocemos nuestras raíces, podemos mirar al futuro con confianza. La Iglesia no es un museo de recuerdos, sino una comunidad viva que sigue anunciando a Cristo en cada época.
La tradición nos invita a preguntarnos: ¿cómo estamos transmitiendo la fe a las nuevas generaciones? ¿Cómo hacemos que los jóvenes descubran la belleza de lo que hemos recibido? Cada generación está llamada a hacer suyo el Evangelio y a darlo a conocer con su propio lenguaje, sin perder la esencia de lo que hemos heredado.
Que nunca olvidemos que nuestra fe es un regalo que nos ha sido dado para ser vivido, compartido y renovado en el amor. Sigamos caminando con la certeza de que la tradición es una brújula que nos orienta, un fuego que nos ilumina y un lazo que nos une con todos aquellos que han encontrado en Cristo el camino, la verdad y la vida.