Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial
Los martes del curso 2025-2026, continuando con el proyecto que iniciamos el curso pasado, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día. Hoy nos toca la entrada nº 46
No estás solo: la fe se camina en compañía
Todos lo hemos sentido alguna vez: hay días en los que el camino pesa y parece que uno avanza a trompicones. Basta un saludo en la puerta de la iglesia, una conversación sencilla después de misa o el abrazo de alguien que nos quiere bien para que todo cambie. Y es que la fe se camina en compañía. El Señor quiso que su Iglesia fuera familia, un lugar donde nadie quede aislado y donde siempre haya un rostro cercano que nos recuerde que Él está con nosotros.
La comunidad como casa
Cuando pensamos en la comunidad cristiana, no hablamos de un grupo cualquiera. La comunidad es casa y hogar de fe. Es allí donde aprendemos a rezar juntos, a sostenernos cuando uno se cae, a alegrarnos cuando otro celebra. Lo vemos en la parroquia: en la catequesis de los niños, en los mayores que siguen viniendo fielmente a la Eucaristía, en los grupos que se reúnen a compartir la Palabra. El libro de los Hechos lo describe con belleza: “Perseveraban en la enseñanza, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). Aquella primera comunidad no está lejos, la vivimos hoy cada vez que nos encontramos como hermanos.
La fuerza de acompañarnos
Hay momentos en que resulta difícil mantener viva la fe por uno mismo. Lo que sostiene es sentirnos parte de un pueblo que camina. Acompañarnos da firmeza a nuestros pasos, porque vemos la fe hecha vida en quienes nos rodean. Está en la serenidad de los abuelos que siguen confiando, en los matrimonios que se esfuerzan cada día, en los jóvenes que buscan con ilusión. Todo eso nos habla de un Dios que sigue actuando. Y en la Eucaristía dominical sentimos que esa diversidad se une en un mismo Pan y un mismo Espíritu.
La fraternidad que hace visible el Evangelio
La fe toma cuerpo en gestos concretos. La fraternidad es el rostro visible del Evangelio. Cuando visitamos a un enfermo, cuando escuchamos a quien se siente perdido, cuando compartimos nuestro tiempo con quien lo necesita, estamos mostrando que Cristo está vivo entre nosotros. Él mismo lo prometió: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).
Por eso damos gracias por la parroquia, por cada persona que se acerca y se siente parte de esta familia. Nadie está solo. La fe crece cuando se comparte, cuando se acompaña, cuando se convierte en vida fraterna. Este curso tenemos delante una oportunidad preciosa: seguir caminando juntos, descubriendo en cada paso que el Señor nos ha regalado la comunidad para sostenernos en la esperanza.
