Perdonar es una palabra que en hebrero significa “soltar, dejar ir”. Todos de una u otra manera tenemos un listado en el corazón de personas que nos han hecho daño.
Esta cuaresma es una invitación para iniciar o continuar procesos de perdón. Guardar rencor es como tomarse uno un veneno y esperar que el otro se muera, al final quien se está envenenando soy yo mismo. El principal beneficiado de perdonar somos nosotros mismos. Aun así, hay personas que les cuesta perdonar, porque confunden con facilidad perdonar con reconciliarse. El proceso de perdón, con ayuda y con el tiempo se puede, pero la reconciliación se realiza cuando se puede. Reconciliarse significa seguir siendo igual con los demás después de la ofensa. En algunas circunstancias es posible, en otras es hasta contraproducente. Pedir a una víctima que se reconcilie con su agresor no es posible. Perdonar tampoco es olvidar, sino poderlo recordar de otra manera.
Por otra parte, el perdón no solo es hacia otros, sino también hacia nosotros mismos. ¿Cuántas cosas tenemos que perdonarnos nosotros mismos? No vale evaluar el pasado con criterios del presente. Cada uno hicimos lo que supimos y pudimos en aquel momento, y eso no es evaluable con el crecimiento que tengo ahora. Por tanto, es humildad, otorgarse el perdón a sí mismo, y reparar el hecho en la medida de lo posible.
Esta cuaresma es una invitación a soltar y dejar ir viejos rencores, pedir al Señor que nos ayude en esta tarea, y así otorgarnos el derecho a sentirnos en paz. Lo mismo a aprender a perdonarnos a nosotros mismos y acogernos en misericordia.
P. Luis Murillo