Santa Madre de Dios
Señor Jesucristo, tú nos has dado a María por Madre y la has hecho la Madre de la Misericordia, la has puesto en alto como Columna y Pilar, como ejemplo y modelo.
Oh Santa Madre de Dios, déjame mirarte de nuevo. Me encanta descubrirte y contemplarte como un Pilar y Columna enhiesta, Faro esplendente, rico Presente de caridad. Me ilusiona sentir que eso eres para nosotros y que eso quieres que seamos nosotros para los otros. Me emociona ver cómo desde ese Pilar, trono de gloria, “miras, guías, velas”. Gracias Madre. Queremos mirarte y queremos imitarte, ser como tú, un rico presente de caridad para nuestros hermanos y un faro esplendente para nuestro mundo entenebrecido.
Santa Madre de Dios, luz hermosa, claro día, ayúdanos a conservar los ojos limpios, y luminosa la mirada; que no es fácil, rodeados como estamos de enemigos de la luz.
Ayúdanos, Santa Madre de Dios. Que sepamos pasar por la vida haciendo el bien. Pero, mira que a veces hacemos muy mal el bien que hacemos.
Santa Madre de Dios, llamándote y siendo Pilar y Columna, te conviertes en amparo celestial y colosal Muleta para nosotros los pobres hijos de Eva que andamos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, llenos de averías en la carne y en el espíritu. Gracias a ti podemos caminar los caminos del Señor los cansinos, los encanijados, los baldados, los paralíticos de cuerpo o de alma, apoyados en ti como en firme Columna, agarrados y abrazados a ti, como se abraza y se agarra a las muletas el cojo. Que bien se camina “abrazado a tu Pilar”. Así, abrazados a ti, llegamos a Él.
Santa Madre de Dios, faro esplendente, rico presente de caridad, luz hermosa, claro día, ven siempre en ayuda nuestra, para que no claudiquemos: haznos hombres y mujeres de mirada luminosa y corazón misericordioso; conviértenos, como tú, en rico presente de caridad en tu Iglesia, para el mundo, a la gloria del Señor.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios.
P. Damián Iguacen Borau
Testimonio: Gracias Madre
Hoy, María, no vengo a pedirte nada. Pongo mi corazón ante Ti, con toda mi humildad y mi amor, sólo para decirte GRACIAS.
Miro hacia atrás y en mi vida siempre has estado Tú. Te has hecho presente de mil formas, hablándome directamente al corazón, en los ojos de mis hijas, en palabras, en actos de mis seres queridos y de otras personas, en esa caricia del sol en el rostro.
A lo largo del camino he fallado muchas veces pero Tú nada me has reprochado y has seguido a mi lado, sin pedirme nada a cambio. Me muestras la dirección a seguir y, decida lo que decida, Tú, siempre respetuosa, me acompañas.
Ante las tempestades de mi vida Tú siempre has sido ese puerto seguro donde he podido refugiarme y encontrar ternura, comprensión, calor, fuerza y coraje para seguir adelante.
En cualquier situación, acudir a ti, María, es sentir una alegría especial, honda, en el corazón.
Contemplo tu imagen y veo el mayor ejemplo de valor, generosidad e infinita capacidad para perdonar. Me animas y me recuerdas que es posible hacerlo desde la sencillez y el dejar hacer a Dios.
Tú, María, con tu presencia y tus actos, me muestras, cada día, el significado del amor incondicional, el verdadero amor de madre.
Gracias por amarme, por ofrecerme tu amor de Madre.
Carmen Novoa Gómez.