El 1 de mayo celebramos el día de San José Obrero, Patrono de los Trabajadores, rogamos a nuestro Padre Espiritual que interceda para que todos podamos tener un trabajo que nos dignifique; de él podemos alcanzar la gracia para amar nuestras vocaciones y roles en el mundo laboral y que cada uno nos sintamos bendecimos en lo que hacemos.

San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo.

En nuestra época actual, dice el Papa Francisco, en la que el trabajo parece haber vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo alcanza a veces niveles impresionantes, es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar.

Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución.

¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?

El Papa Francisco nos recuerda que la persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea.

Es necesario reconocer la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva “normalidad” en la que nadie quede excluido.

Por último, dice el Papa Francisco, la pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debe ser una llamada a revisar nuestras prioridades.

Imploremos a san José Obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!

P. Luis Murillo Madrigal